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Este nuevo "producto" ferroviario que actualizaba y sustituía a unos caducos servicios denominados todavía con epítetos ferroviarios, por ejemplo semidirectos, pasaron a ser servicios con mayor número de frecuencias, con diferenciación en el número entre horas punta y valle y, lo que es más importante, cadenciados. Este último atributo quiere decir que lo relevante de estos servicios no era tanto el horario como la previsibilidad en la frecuencia de trenes.
Por aquellos años estos "nuevos servicios" gozaron de un notable aprecio social por la puntualidad y calidad que prestaban, consecuencia de tratarse de un parque de trenes mayoritariamente nuevos, pero sobre todo por el afán y buen hacer de las personas involucradas en su explotación.
Aunque a lo largo de estos últimos años ha habido solicitudes que se quedaron en meros amagos de traspaso de las Cercanías catalanas a la Generalidad, es ahora cuando la viabilidad de este traspaso adquiere mayores visos de virtualidad ya que, entre otras cosas, a Sánchez le puede ir la investidura en ello.
Si la Generalidad de Cataluña tuviese que pagar de su presupuesto el coste de sus Cercanías no diría ni mu, ni seguro las reclamaría, pero claro, es muy fácil y cómodo querer mangonear a su antojo estos servicios y al tiempo poner el cazo para que su coste lo paguen otros. Los paguemos todos.
A mi me deja perplejo constatar que en todo lo que he leído sobre este hipotético traspaso, nadie hable de que si se ceden gratuitamente un buen puñado de trenes y personas, el Ministerio de Transportes tenga encima que pagarle a la Generalidad los costes de su explotación y mantenimiento. Todos lo dan por hecho, como lo más natural y justo. Pero no, la Generalidad quiere comer sopas y sorber al mismo tiempo y a nadie le parece mal.
En economía, el ferrocarril se estudia como una actividad o un bien indivisible, frente a otras que son susceptibles de divisibilidad por cuanto la prestación del servicio final requiere de otras muchas, que por separado no tendrían sentido económico ni productivo. Nadie fabrica locomotoras sino es para arrastrar coches de viajeros o vagones de mercancías, y no para que, unos y otros, circulen por las carreteras.
Gestionar las Cercanías, aún en ámbitos distintos, de manera centralizada tiene economías de aglomeración superiores a que si son gestionadas de manera descentralizada, por cuanto el ferrocarril es una actividad con elevadas economías de escala.
El traspaso de Cercanías a la Generalidad, si se llevara a efecto, debería serlo con todas sus consecuencias, que entre otras muchas destacan: uno, que la Generalidad debería pagar el valor contable de los trenes en el momento de la transferencia. Dos, el coste de su mantenimiento en los talleres de la Generalidad, o en su defecto, de ser realizado por Renfe, la correspondiente factura. O lo que es lo mismo, que Cercanías por el morro, no.