31 julio, 2021

La inflación: ¿lubricante o corrosivo de la economía? Un breve apunte

 La inflación suele definirse como el aumento generalizado en los precios de los bienes y servicios de una economía durante un periodo de tiempo. Eso supone que la moneda pasa a ser menos valiosa en relación con el resto de los bienes de una economía.(*)

Como consumidores, la inflación se traduce en que, con la misma cantidad de dinero, podemos comprar menos cosas. Quizás el ejemplo más gráfico y uno de los que más quejas genera sea el del precio de la gasolina: “le he puesto 50 € al coche y apenas llega a tres cuartos del depósito... antes, con 50 € lo llenaba”.

Las causas de la inflación

Hay muchas teorías sobre por qué se produce la inflación. De hecho, es uno de los grandes debates de la ciencia económica: las causas y las consecuencias de la inflación; los efectos en el resto de la economía; si es buena, mala o neutral. Incluso hasta qué punto es razonable favorecer una subida en el nivel de precios y a partir de qué momento se puede descontrolar y hacerse peligrosa.

En cualquier caso, hay algunos factores que contribuyen a estas subidas de precios:

Aumento de la cantidad de dinero:                                                                                          Imaginemos (por simplificar) una isla que no tiene comunicación con el exterior, una economía cerrada, en la que el dinero son conchas (hay 1000 conchas) y lo que se puede comprar son cocos (otros 1000). El precio 1 concha = 1 coco.

Un día, los habitantes de la isla descubren un yacimiento con otras 1000 conchas (ahora el total es de 2000). Pero solo hay 1000 cocos para comprar. Los productores de cocos verán que hay más moneda en circulación y, poco a poco, los precios subirán hasta 2 conchas por coco. Nada cambia en el bienestar de los isleños; simplemente, el poder de compra de una concha es menor que antes.

  Reducción de la oferta de productos:                                                                                                   Un temporal destruye la mitad de los cocoteros de la isla. Ahora sólo hay 500 cocos. Los que tengan conchas subirán sus ofertas para hacerse con esos frutos que son más escasos. ¿El resultado final? cada coco se intercambiará por 2 conchas.

En la economía real, este ejemplo es algo parecido a lo que ocurre cuando los países productores de petróleo reducen su producción (por ejemplo, en la década de los 70 o cuando se produce un conflicto bélico en Oriente Medio): los consumidores están dispuestos a pagar más por el bien escaso y su precio se dispara.

Incremento de la actividad económica:                                                                                               Los habitantes de la isla se han hecho más ricos vendiendo su artesanía a las islas cercanas, que les pagan con conchas. Los salarios crecen porque su trabajo es más valioso. Y su tiempo también es más preciado (tanto si lo dedican a trabajar como a ocio). Los productores de cocos y de otros bienes de consumo observan que pueden pedir precios superiores porque los exitosos artesanos pagarán algo más por esos bienes.

En parte es por esto por lo que vemos que los países en crecimiento tienden a experimentar inflación: los empresarios pujan por los trabajadores, porque quieren producir más para cubrir una demanda creciente de los consumidores; esto impulsa los salarios al alza; los comerciantes ven que pueden pedir un poco más por sus mercancías; y los empresarios ven que hay todavía más mercado para sus productos... con lo que la rueda vuelve a empezar.

¿Cómo se mide la inflación?

En España, la evolución de los precios se recoge en el famoso IPC (Índice de Precios de Consumo), que incluye una cesta de 479 artículos representativos del consumo del ciudadano medio. La fórmula es compleja, pero la idea es sencilla: calculamos cuánto habría costado comprar esa cesta un día (por ejemplo, el 1 de junio) y cuánto costaría comprarla un año más tarde (o un mes; el período de tiempo puede variar). Si costaba 1000 y ahora cuesta 1020, diremos que la inflación del último año es del 2 %.

La polémica, es este caso, viene por la cesta de productos: qué incluye (cada hogar tiene unos hábitos de consumo), cuánto debe pesar cada producto en el total de la cesta, y cómo cambiar esa cesta (por ejemplo, en las últimas revisiones se han eliminado soportes de música como los CDs, y se han incluido servicios en streaming como Spotify). Otro problema con la inflación es cómo medirla si la subida de precios no se traslada a la cesta de la compra sino a otros bienes como activos financieros (acciones, bonos…), viviendas (el IPC incluye el alquiler, pero no el precio de las casas), etc.

Los efectos de la inflación

Para el consumidor, en un primer momento, la sensación es de empobrecimiento, porque su dinero ahora vale menos. En una economía en crecimiento y con la inflación controlada, este fenómeno suele compensarse con subidas salariales y de otras rentas, como las pensiones, que habitualmente están ligadas al IPC o a un índice similar.

El que tiene deudas sale beneficiado: su deuda está fijada en términos nominales (“Debe 100”). Y ahora pagar esos 100 es más fácil, porque precios y salarios están subiendo (es decir, los 100 valen menos).

El que es acreedor sufre lo contrario que el deudor: el dinero que recibe es menos valioso de lo que lo era cuando lo prestó. Por eso, la renta fija suele sufrir en situaciones de alta inflación.

¿Hay un nivel sano de inflación?

Está abierto a debate. Veamos distintos escenarios:

Deflación:                                                                                                                                                   se produce cuando los precios caen (la inflación es negativa) y esa situación se mantiene en el tiempo. La mayoría de los economistas temen la deflación porque puede frenar la actividad económica. Por ejemplo, decido no comprar un coche o una televisión porque espero que los precios caigan más. Eso frena la demanda.

Inflación moderada:                                                                                                                              para la mayoría de los expertos es la situación ideal. Los precios suben poco y de forma controlada, lo que estimula el consumo y la inversión sin caer en el riesgo de que se descontrole el proceso. El objetivo de los grandes bancos centrales (por ejemplo, el Banco Central Europeo) es tener una inflación cercana al 2 % anual.

Inflación alta, a partir del 8-10 %:                                                                                                       con estos niveles de inflación se corre el riesgo de que se acelere el proceso por los llamados “efectos de segunda vuelta”: los precios suben  los trabajadores exigen salarios más altos para hacer frente a esa inflación  los empresarios deben trasladar esta subida de costes a sus clientes  los precios suben más... Y la rueda no para. Pasar del 10 al 20 % (y luego más allá) es más sencillo de lo que parece.

Hiperinflación:                                                                                                                                        Un escenario que evoca escenas de la Alemania de entreguerras o la Venezuela de la última década. El proceso descrito en el párrafo anterior se descontrola y los precios se disparan: primero el 100 %, luego el 1000 %, luego el 1.000.000 %... Nadie confía en la moneda de ese país. Y el dinero ya no cumple con ninguna de sus funciones (depósito de valor, medio de intercambio, unidad de cuenta). No hay ningún otro fenómeno económico con más capacidad destructiva.                                                                           (con información de INGInversion)

Del desarrollismo económico de Franco a la actualidad: una radiografía de 60 años de inflación en España



Finalizada la guerra civil española, las dos décadas posteriores están marcadas por una economía de posguerra; mucho más acusada en dureza y aislamiento la de los 40 y política y económicamente algo más abierta la de los años 50.

Será a finales de esta década, en 1959, en que con el Plan de Estabilización, capitaneado por tecnócratas frente a los azules de los años anteriores, la economía española entrará en una senda de apertura al exterior y de crecimiento económico.

Hasta el año 1965 en que se produce el despegue, los precios artificialmente contenidos hasta entonces, se disparan en un quinquenio 1961 -1965 hasta un 17% en tasas mensuales interanuales. Será, a partir de este último año en que ya empiezan a notarse los efectos del Plan de Estabilización y será en el quinquenio siguiente 1965 - 1969 en el que la inflación vuelve a tasas equivalentes a las del inicio del decenio.

Durante la década de los 70 en que se consolida el crecimiento económico, éste tiene que pagar su cuota inflacionista inherente a cualquier crecimiento de la producción, a pesar de tratarse muchos de los sectores económicos, todavía fuertemente intervenidos.
La llegada del cambio político a partir de 1975, trajo entre otras muchas cosas la libertad sindical para los sindicatos mayoritarios de izquierda, que se tradujo en un incremento de las demandas de subidas salariales, abocando a la inflación hasta tasas cercanas al 30%, hecho pocas veces, o nunca, visto hasta entonces en los registros de nuestra economía.

Tuvieron que ser los célebres Pactos de la Moncloa, bajo el gobierno de la UCD de Adolfo Suárez, diseñados e implementados por el ilustre catedrático y hacendista Enrique Fuentes Quintana, los que revertiesen las tasas de hiperinflación alcanzadas a lo largo de una década.
Durante 20 años, los que median entre 1977 y 1997 los sucesivos gobiernos de Felipe González lograron ir domeñando las altas tasas hasta cifras de inflación, incluso inferiores a lo que podemos considerar como inflación estructural. No obstante, durante estas dos décadas la economía hubo de pagar un altísimo precio en desempleo. Los siguientes siete años de gobierno Popular se caracterizaron por frenarse la caída de las dos décadas anteriores y estabilizarse la inflación en torno a tasas del 3,5%.

La historia más reciente es bien conocida. Es la fuerte depresión económica iniciada en 2008 como consecuencia de la crisis financiera de las Cajas de Ahorro y el estallido de la burbuja de la construcción que venía gestándose años atrás, la que hizo que la inflación se derrumbarse a tasas, incluso negativas, tanto en la crisis de 2008 - 2014, como en la más reciente de 2020 hasta hoy, como consecuencia de la epidemia llamada Covid-19.

Corolario


Como hemos visto, la inflación moderada no superior a tasas superiores al 2,0-2,5% puede ser un lubricante para el desarrollo de una economía. Per también depende no sólo de la cuantía que la inflación sea un lubricante o un corrosivo, sino de cuáles sean los productos que ven incrementarse sus precios. Tampoco es lo mismo que los productos que incrementan sus precios sean aquellos productos con una gran repercusión en otros bienes y servicios u otros que tienen una escasa repercusión de cascada.

Dos ejemplos de lo anterior: el incremento de los productos alimenticios por reducido que sea afecta a mucha gente porque se trata de productos de gran consumo. Otro ejemplo se refiere a los productos energéticos, cuyos incrementos influyen en otros muchos productos, en los que la energía es un componente esencial de los mismos. En el primer caso, la inflación afecta a muchos, en el segundo, la inflación genera más inflación.

En cualquier caso, la inflación merma la capacidad adquisitiva, que en grandes cifras actúa como un corrosivo de la economía. Y se parece mucho al deterioro silencioso que produce la tensión elevada en las personas, que conduce silentemente a otras graves enfermedades, e incluso la muerte.
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(*) Con información del Diccionario de Economía de el.Economista.es

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La mejor explicación que me han dado nunca sobre inflación. Recuerdo de años atrás, cuando se arrojaba el café recolectado al mar, para que el precio no bajase. Y la gente seguía consumiendo café. Si hubiésemos dejado radicalmente, todos, de consumir café, seguro que hubiese variado el precio final del café. Para muchos el café es prescindible y sustituible. Con la electricidad no podemos hacerlo mismo, pero con el combustible para automóvil sí, dejando aparcado el vehículo particular por un tiempo y usando más el transporte colectivo. Estamos dispuestos, mayoritariamente a pagar el precio inflado. Somos de costumbres muy arraigadas y no queremos prescindir, aparentemente, del besugo en navidad, ni de los langostinos. O somos ricos, o somos gilipollas.

Anónimo dijo...

Los precios al alza pueden verse alterados por el gobierno de turno, que nos puede desangrar con el IVA y demás impuestos. Y no todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, que dependiendo de donde uno resida, puede uno tener mayor o menos poder adquisitivo. Influye también en la inflación el sistema de producción, los vendedores al detalle y los precios máximos permitidos. El gobierno debe regular y no intervenir, aunque una regulación sea ya una intervención: un mercado libre se autorregula sin la intervención del gobierno. Los productores que tiran sus cosechas por los bajos precios que le pagan los intermediarios, no lo hacen bien; deberían formar cooperativas y vender directamente a los consumidores, con lo que habría más oferta y se reduciría el oligopolio y el aumento de precios. Pero no, primero tiran sus productos sea carne, sea leche, sea pescado, sean hortalizas, sean frutas -y los franceses queman los camiones con ciertas mercancías españolas que pasan por sus carreteras- y después estos pequeños productores cierran su empresa porque están en la ruina y las mercancías se compran al extranjero para satisfacer la demanda.

Anónimo dijo...

Quién determina los precios de venta al público? Y quién fija los precios de compra al productor, o al intermediario? Para mí han de ser los grandes centros internacionales de venta al consumidor, que han de comprar muy al por mayor, como Walmart, Amazon, Grupo Schwarz, Alibaba, Costco, Ahold Delhaize, Carrefour..., que dominan la gran distribución, por cuyo control sobre los precios de los productos se quejan los productores. El informe de la consultora Interbrand recoge la clasificación en siete categorías, como ropa, electrónica, grandes almacenes, droguerías, mejora del hogar, distribución masiva y hortofrutícola.

agus dijo...

Hola Anónimo, no, los oligopolios no determinan la variación en el nivel de precios. Es la entidad encargada de la política monetaria, es decir, el Banco Central