07 septiembre, 2012

EL IVA TAMBIÉN ES TRADICIÓN Y FOMENTO



Por
Raimundo Hiriart *

La adecuada aplicación del IVA no siempre se corresponde con la  disposición de  un buen texto jurídico y, en particular, con una severa acción fiscalizadora y sancionadora. Naturalmente que ambas son piezas esenciales en su aplicación y  desarrollo, pero,  a mi juicio, y dicho con la más rotunda humildad, tenemos que levantar la cabeza y observar qué ha sucedido, o sucede, en otras latitudes que en su día se enfrentaron a una situación similar.
En los comienzos de los años sesenta, en Chile, emulando como no a la república francesa, se ponía en marcha el  IVA, Impuesto del Valor Añadido, como una réplica de la TVA o Taxe de Valeur Ajoutée. Siendo aún muy niño,  tengo presente en mi memoria que los días primero de cada mes, en la mayoría de las casas que solía frecuentar, compraban el periódico local (o se lo prestaban entre vecinos). Sacaban de una sencilla caja un montón de facturas (allí llamadas boletas) y revisaban la página que publicaba el Mº de Hacienda (allí, Servicio de Impuestos Internos), para comprobar si alguna de las guardadas coincidía con una de la extensa lista que editaba mensualmente la Administración a nivel provincial. Se llevaba a cabo, en cada una de las divisiones administrativas, el ya popular y tradicional  “sorteo”, con premios en metálico  muy apetecibles. Toda esta parafernalia conseguía dos objetivos; que los comercios se mentalizaran y esmeraran en emitir la boleta en cuestión en cada  compra,  entre otras razones porque  si su establecimiento era una de los que aparecía como emisor de un documento premiado (nombre, fecha y monto de la compra)  constituía motivo de cierto orgullo, o prestigio ciudadano. Por otra parte, los compradores, a su vez, en caso de olvido, se encargarían de solicitar en cada operación, la factura correspondiente.

Transcurridas unas cuatro décadas, y tras aprobar ambos las Oposiciones a la Administración General de Estado, marchamos de vacaciones un amigo y yo, desde Santander rumbo a aquel lejano país, que ya comenzaba a apuntar como uno de los calificados como emergentes de la zona. Realizando un trayecto en taxi por una de las principales y más atractivas avenidas de la capital, le pedí al taxista que se detuviera frente a una farmacia (allí son una especie de mini market). Efectuamos un par de compras y subimos al vehículo; el conductor procedía a reiniciar la marcha cuando se acercó, corriendo  hacia nosotros, la dependienta que nos había atendido, bajé el cristal y me dice: “se le olvidaba su factura señor”. Mi amigo, como es lógico, ante la curiosa escena  no entendía nada de lo que sucedía. Le expliqué entonces que seguramente algún inspector merodeaba por la zona   vigilando con cierta discreción si los comercios daban  o no las facturas o boletas de marras. Caso negativo, la multa impuesta era cuantiosa, llegando en ocasiones, por reiteración, hasta el cierre temporal del  establecimiento (en los cuales se podía leer: Este local ha sido clausurado durante quince días por no emitir boleta de compra venta”). Aconsejaban también no arrojar el ticket a la papelera, dentro del local donde se había efectuado la compra.

Es probable que estas anécdotas no signifiquen mucho, vistas de manera aislada, pero a fe mía que en estos momentos, en España, Hacienda debería plantearse medidas (que no ocurrencias) tendentes a fomentar la petición y entrega de las facturas que incluyan el IVA, en cuyo caso, tal vez podría incentivarse cada vez más el cumplimiento de la legislación vigente; lo que desconozco es si nuestras taifas estarían por la labor, o se montaría un  guirigay en la que cada una camparía por sus anchas, y ya se sabe; vuelta la burra al trigo.

* Raimundo Hiriart Le Bert desempeñó las funciones de Cónsul General de España en Nouadhibou, República Islámica de Mauritania


1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Cuánta gente pide facturas sin IVA?No se qué valor pueden tener para reclamar si no es un documento oficial ¿Cuánto puede favorecer esta situación a una economía sumergida? Como siempre, las leyes están favoreciendo todas estas picardías. Hay que denunciar a los políticos corruptos y hay que dar facilidades a los empresarios para que generen 'comercio' y no ponerles dificultades, para que cierren sus empresas.