Hace pocos días, se han producido las tomas de posesión de los nuevos ministros del nuevo gobierno del Presidente Rodriguez. No hace mucho, estos actos eran más protocolarios que otra cosa. Juran o prometen el cargo ante el Jefe del Estado y más tarde se producen los relevos en cuyo acto los ministros salientes ceden los trastos -la cartera y alguna que otra cosa bajo la alfombra, aunque sean del mismo partido- que dan la alternativa a los entrantes. Todo muy taurino y antaño, estrictamente protocolarios, salvo algún familiar por aquello de retribuir emotivamente a la familia.
Pero, de un tiempo acá, resulta que a este acto -repetimos, antes protocolarios- asistenten ya segundas y terceras derivadas, no sólo familiares sino de variado pelaje. Fijos entre los que se apuntan a estos saraos son, invitados unos y otros por el morro, los lobbies de presión que van a hacer negocios con el nuevo ministro, con un doble objetivo: primero, un descarado peloteo y unas verónicas para tantear al neófito y ver por dónde conviene hacerle la faena de muleta y, segundo, decir: aquí estamos y, oye, qué va a ser de lo nuestro.
Un par de botones de muestra: en la toma de posesión de la ministra Salgado estaba la clientela de ese ramo: los representantes de los empresarios, de los sindicatos, la banca, cajas de ahorro, etc. ¿Y la de los ciudadanos? No, no es que estemos echando de menos que no hubiera diputados ni senadores. La de los ciudadanos de a pie, los sufridores de la crisis, ¿por qué no los parados?. En la del ministro Blanco, pues la créme de la créme de la patronal constructora -lobby constructor- Seopan, así como los primeros espadas de las grandes constructoras: los florentinos, accionas, OHles, etc. Item más, en la toma de posesión de la ministra González-Sinde, pues con todo el descaro y desparpajo, el lobby -grupo de presión- del todo apparachi cinematográfico, el cual pastoreaba hasta el día anterior la señora ministra. ¿A qué suena a algo así como a meter a la zorra - ojo, ninguna intención ofensiva al vocablo- para que guarde el gallinero? Y así, suma y sigue. Siguiendo con esta lógica, en la toma de posesión de un titular de la Defensa, ¿por qué no invitar al enemigo, que diría nuestro genial y admirado Gila?
No tienen buena pinta estos actos así planteados. Ni estética, ni éticamente huelen bien estas tomas de posesiones ante los ojos y el olfato de los administrados y la ciudadanía. Convertir un acto meramente protocolario y administrativo en un despliegue de intereses, con los interesados al frente, dice muy poco de la imparcialidad que debe presidir todos los actos de la administración. Y menos en un gobierno socialista, bueno, socialdemócrata.
Pero, de un tiempo acá, resulta que a este acto -repetimos, antes protocolarios- asistenten ya segundas y terceras derivadas, no sólo familiares sino de variado pelaje. Fijos entre los que se apuntan a estos saraos son, invitados unos y otros por el morro, los lobbies de presión que van a hacer negocios con el nuevo ministro, con un doble objetivo: primero, un descarado peloteo y unas verónicas para tantear al neófito y ver por dónde conviene hacerle la faena de muleta y, segundo, decir: aquí estamos y, oye, qué va a ser de lo nuestro.
Un par de botones de muestra: en la toma de posesión de la ministra Salgado estaba la clientela de ese ramo: los representantes de los empresarios, de los sindicatos, la banca, cajas de ahorro, etc. ¿Y la de los ciudadanos? No, no es que estemos echando de menos que no hubiera diputados ni senadores. La de los ciudadanos de a pie, los sufridores de la crisis, ¿por qué no los parados?. En la del ministro Blanco, pues la créme de la créme de la patronal constructora -lobby constructor- Seopan, así como los primeros espadas de las grandes constructoras: los florentinos, accionas, OHles, etc. Item más, en la toma de posesión de la ministra González-Sinde, pues con todo el descaro y desparpajo, el lobby -grupo de presión- del todo apparachi cinematográfico, el cual pastoreaba hasta el día anterior la señora ministra. ¿A qué suena a algo así como a meter a la zorra - ojo, ninguna intención ofensiva al vocablo- para que guarde el gallinero? Y así, suma y sigue. Siguiendo con esta lógica, en la toma de posesión de un titular de la Defensa, ¿por qué no invitar al enemigo, que diría nuestro genial y admirado Gila?
No tienen buena pinta estos actos así planteados. Ni estética, ni éticamente huelen bien estas tomas de posesiones ante los ojos y el olfato de los administrados y la ciudadanía. Convertir un acto meramente protocolario y administrativo en un despliegue de intereses, con los interesados al frente, dice muy poco de la imparcialidad que debe presidir todos los actos de la administración. Y menos en un gobierno socialista, bueno, socialdemócrata.
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