El viaje en un bolsillo
Por
José Enrique Villarino Valdivielso
Economista
Uno tiene sus fugaces, pocos, momentos, llamémosles, de creación. Aquellos en que se confunden y se superponen dos realidades. La que dicta la imaginación y la que, a la postre, es dictada por la dura y tozuda realidad. En mi caso esos instantes suelen producirse con el alba, a hora temprana. Inmerso en un duermevela se agolpan sobre mi las cuestiones que bullen durante las horas de vigilia del día y algunas de aquellas cuestiones que se mueven en una realidad borrosa parecen adquirir sentido, clarividencia y solución en esos momentos. Más tarde, la ducha y el primer descafeinado se encargan de tornarlos, otra vez, al mundo de los números fuzzy.
Hace ya algún tiempo, ando yo metido, con otros colegas, en discernimientos sobre cuáles han de ser las mejores alternativas tecnológicas para acercar las posibilidades de viajar, nuestra oferta de transporte –no viene ahora al caso de qué tipo- y con qué clase de artilugios entendernos e interactuar –palabro- con los viajeros para que el hecho de viajar suponga las menores molestias para ellos y seamos capaces de no complicarles, más de lo que ya suele estar, su vida y haciendas.
Pues bien, las neuronas que cumplen en mi cerebro la función anticipatoria, supongo que ya por la edad más bien escasas y de calidad dudosa, me han manifestado, no obstante en este caso, con toda firmeza que la solución a nuestro problema es el movil. El teléfono movil. ¡¡Tan cerca, desde hace ya algún tiempo, y no haber reparado en ello!!. En alguna ocasión lo citamos como candidato de pasada. Sí, efectivamente, ese artefacto cada vez más pequeño, que llamamos el movil y solemos llevar en nuestro bolsillo. En esta ocasión estoy de acuerdo con su veredicto.
Si ahora nos asombra que el movil sea, al mismo tiempo, cámara digital, radio, despertador, agenda, mini PC, terminal de internet y correo electrónico y, además, teléfono, y otras cuantas cosas más, ni nos imaginamos para qué llegará a servir el día de mañana, que ya, al ritmo que van las cosas, será ayer.
Ya se compra por el movil, se hacen reservas de entradas, etc por el movil, se realizan citas por el movil ….
Supongamos e imaginemos, en el caso que nos ocupa ……
Reservo mi billete por el movil –como ahora más o menos-,
Comunico los servicios que voy a demandar a bordo y a mi llegada a destino,
Confirman mi billete y los servicios con un mensaje,
Cargan el importe en mi cuenta –como cualquier otra compra ahora-
Puedo cambiarlo o anularlo con otra llamada,
La compañía puede reintegrar el importe a mi banco –como tantas otras transacciones-,
Mi tarjeta de embarque podría ser mi movil –excepto por seguridad es irrelevante ya el check-in-
Mi movil habrá registrado el coche y la plaza que me han sido asignadas
El importe de los servicios a bordo ya habrán sido cargados con la reserva,
Otros adicionales, los menos, se cargarían con los sistemas de pago convencionales,
Ocupo mi plaza acreditando, en caso de litigio, mi identidad civil,
Y punto.
………………………………
Incluso, cualquier función que hoy no haga el movil y pudiera ser necesaria en este proceso de viajar, seguro que en breve estará disponible, a poco imaginativos que seamos.
Seguir apostando por el billete, aunque sea por internet y un folio es seguir anclados en la china del tercer milenio a.C. y la era Gutemberg. Apostar por las maquinas canceladoras o expendedoras de billetes o de una tarjeta de embarque es seguir apostando por las técnicas citadas más otras tecnologías de la revolución industrial y el pasado siglo XX. Apostar por el check-in es caro y es destinar a unas personas a un trabajo improductivo e innecesario. La vida y el transporte se pueden concebir sin papel –sólo el necesario- y basarse en los bits, virtuales, intangibles pero ciertos. Cualquier otra onda es aferrarnos a un pasado en el que ya, ciertamente, no estamos. Mañana, todavía mucho menos.
¿Fuzzy todo ello? Pues ha sobrevivido al segundo descafeinado.
Por
José Enrique Villarino Valdivielso
Economista
Uno tiene sus fugaces, pocos, momentos, llamémosles, de creación. Aquellos en que se confunden y se superponen dos realidades. La que dicta la imaginación y la que, a la postre, es dictada por la dura y tozuda realidad. En mi caso esos instantes suelen producirse con el alba, a hora temprana. Inmerso en un duermevela se agolpan sobre mi las cuestiones que bullen durante las horas de vigilia del día y algunas de aquellas cuestiones que se mueven en una realidad borrosa parecen adquirir sentido, clarividencia y solución en esos momentos. Más tarde, la ducha y el primer descafeinado se encargan de tornarlos, otra vez, al mundo de los números fuzzy.
Hace ya algún tiempo, ando yo metido, con otros colegas, en discernimientos sobre cuáles han de ser las mejores alternativas tecnológicas para acercar las posibilidades de viajar, nuestra oferta de transporte –no viene ahora al caso de qué tipo- y con qué clase de artilugios entendernos e interactuar –palabro- con los viajeros para que el hecho de viajar suponga las menores molestias para ellos y seamos capaces de no complicarles, más de lo que ya suele estar, su vida y haciendas.
Pues bien, las neuronas que cumplen en mi cerebro la función anticipatoria, supongo que ya por la edad más bien escasas y de calidad dudosa, me han manifestado, no obstante en este caso, con toda firmeza que la solución a nuestro problema es el movil. El teléfono movil. ¡¡Tan cerca, desde hace ya algún tiempo, y no haber reparado en ello!!. En alguna ocasión lo citamos como candidato de pasada. Sí, efectivamente, ese artefacto cada vez más pequeño, que llamamos el movil y solemos llevar en nuestro bolsillo. En esta ocasión estoy de acuerdo con su veredicto.
Si ahora nos asombra que el movil sea, al mismo tiempo, cámara digital, radio, despertador, agenda, mini PC, terminal de internet y correo electrónico y, además, teléfono, y otras cuantas cosas más, ni nos imaginamos para qué llegará a servir el día de mañana, que ya, al ritmo que van las cosas, será ayer.
Ya se compra por el movil, se hacen reservas de entradas, etc por el movil, se realizan citas por el movil ….
Supongamos e imaginemos, en el caso que nos ocupa ……
Reservo mi billete por el movil –como ahora más o menos-,
Comunico los servicios que voy a demandar a bordo y a mi llegada a destino,
Confirman mi billete y los servicios con un mensaje,
Cargan el importe en mi cuenta –como cualquier otra compra ahora-
Puedo cambiarlo o anularlo con otra llamada,
La compañía puede reintegrar el importe a mi banco –como tantas otras transacciones-,
Mi tarjeta de embarque podría ser mi movil –excepto por seguridad es irrelevante ya el check-in-
Mi movil habrá registrado el coche y la plaza que me han sido asignadas
El importe de los servicios a bordo ya habrán sido cargados con la reserva,
Otros adicionales, los menos, se cargarían con los sistemas de pago convencionales,
Ocupo mi plaza acreditando, en caso de litigio, mi identidad civil,
Y punto.
………………………………
Incluso, cualquier función que hoy no haga el movil y pudiera ser necesaria en este proceso de viajar, seguro que en breve estará disponible, a poco imaginativos que seamos.
Seguir apostando por el billete, aunque sea por internet y un folio es seguir anclados en la china del tercer milenio a.C. y la era Gutemberg. Apostar por las maquinas canceladoras o expendedoras de billetes o de una tarjeta de embarque es seguir apostando por las técnicas citadas más otras tecnologías de la revolución industrial y el pasado siglo XX. Apostar por el check-in es caro y es destinar a unas personas a un trabajo improductivo e innecesario. La vida y el transporte se pueden concebir sin papel –sólo el necesario- y basarse en los bits, virtuales, intangibles pero ciertos. Cualquier otra onda es aferrarnos a un pasado en el que ya, ciertamente, no estamos. Mañana, todavía mucho menos.
¿Fuzzy todo ello? Pues ha sobrevivido al segundo descafeinado.
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