26 mayo, 2011

Foto: Tomada prestada del post de Samuel Bentolila, en el blog de FEDEA"Nada es Gratis"

 SEMBLANZA DE MI PROFESOR

Por
José Enrique Villarino
Economista


Allá por el curso 1967-68 aprobé por parciales en Junio la Teoría III, con gran júbilo y disfrute de sus celebérrimos apuntes de clase, embrión de su inigualable obra posterior “Renta, precios y balanza de pagos”. Pero tenía pendiente Castañeda, es decir, Teoría Económica II. Hasta el añosiguiente no pude aprobar tanta teoría marginalista junta (hoy incluso tengo su obra de cabecera y le tengo también gran aprecio) y el profesor Rojo me dijo que no podía guardarme el aprobado por la normativa de cierre de asignaturas y que debía presentarme nuevamente a exámen final. Entre ambos exámenes distaban pocos días y tuve que repasar nuevamente los apuntes de la TIII. Me di un atracón a estudiar, acompañado de un complejo llamado Glutaneurina B6 Forte -mucho mejor e inocua que la popular Centramina de entonces, creo que hoy retirada de las farmacias-, para ganar fuerzas y vencer varias noches de escaso sueño. Recuerdo, que poco antes de la mitad del exámen, y de haberme visto una sola vez en la vida, cuando fui a pedirle que me guardase la nota anterior, se acercó a mi, hojeó lo que yo hasta ese momento había escrito y con un gesto entre aprobatorio y compasivo, que no olvidaré en mi vida, me dijo, puede irse ud a dormir, está aprobado. En ese momento supe que había pasado el rubicón de la carrera y que muy mal se tenían que dar las cosas para no llegar a licenciarme.

Otrosí por el profesor, fue aquella conferencia que dictó en la facultad de la Universitaria con motivo de la devaluación de 1967, de la que él mismo fue su principal mentor, con el aula donde él mismo impartía clase, llena hasta la bandera, con todos sus alumnos, los de todos los cursos y un buen número de altísimos funcionarios, empresarios y políticos que fueron a escuchar su lección magistral de aquella tarde. Todo el mundo tomando e, incluso, ya debía haber magnetófonos, grabando sus palabras.
Su discípulo, Julio Segura, me examinó de Licenciatura, que superé con una nota media de 7,5.
 
Alguna vez coincidimos en la cafetería del comienzo de la calle Ferraz, donde concurría para tomar el aperitivo con sus grandes amigos Manuel Varela y algún otro colega del BdE.
Ahora que rememoro estas vivencias, las lágrimas quieren posarse en el teclado sobre el que escribo, por la pena de saber que ya no sigue ahí y que ya no vamos a poder disfrutar de ninguna obra suya más, aunque el tesoro que nos legó sea inmenso. Cuánta bonhomía, cuánta sabiduría y cuánta llaneza se escondían detrás de su timidez. Descanse en paz.


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