La deuda de RENFE Operadora que ya alcanza más de 3.600 millones de euros desde que en 2005 el Estado limpiase la deuda histórica acumulada, puede poner en peligro el futuro de sus negocios para hacer frente a las previsibles liberalizaciones. En estos cinco años la deuda de la Operadora no ha parado de crecer, agravada por lo acontecido en el ejercicio pasado en que el Gobierno, ante el cariz que iba tomando la crisis, se ha desentendido de atender las obligaciones de servicio público de Cercanías y Media distancia para no agrandar el déficit público, dentro de una política de maquillar obligaciones. Por ello, en 2009 RENFE Operadora ha tenido que cubrir el déficit de estas dos unidades de negocio -nada menos que 350 millones de euros- acudiendo a endeudamiento en el mercado. Visto como van las cosas, otro tanto ocurrirá en 2010 y con un poco de mala suerte, vayan uds a saber por cuantos ejercicios más. También tendrá que financiar con recurso al crédito los déficits de sus otros negocios -AVLD y Mercancías- NO SUBVENCIONABLES, que siguen arrojando pérdidas. De seguir así las cosas, la Operadora llegará a la liberalización con un pesado lastre para competir en la salida de meta con otras compañías mejor preparadas y más ágiles. La nueva organización poco, nada, ayuda a paliar esta situación. En vez de amalgamar negocios de viajeros, cada cual de su padre y de su madre, debería haber respetado la distinción entre subvencionables y no subvencionables para que cada palo aguante su vela y salvar de la quema a aquellos que deben defenderse por sí solos en el mercado. Esta organización que RENFE está implantando estos días, favorece la tentación de aplicar recursos de unos negocios a otros y no digamos de subvenciones cruzadas, pues porque ahora no las hay. Porque, ¿los 350 millones o más -para atender los déficits de los no subvencionables- que hay que pedir prestados, está claro a dónde deben ir destinados? Con esta nueva organización, nos tememos que no.
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