Aquí lo hemos defendido no hace mucho tiempo, evocando los pactos de 1977 llamados de la Moncloa. Como ya preveíamos su práctica inviabilidad abogábamos por un anticipo de elecciones generales. Hay que reconocer que a estas alturas, todavía no mediada la legislatura, el gobierno está bloqueado, noqueado, a remolque de los acontecimientos: sus miembros se contradicen, dicen hoy una cosa y mañana la contraria. Están desbordados por la crisis que no ceja y que, mes tras mes, presenta una cara cada vez más bronca, complicada y difícil. Lo malo, es que es urgente plantarle cara y así no se puede, no se debe seguir. La democracia, aunque deja en manos del presidente de turno electo la potestadad para disolver las cámaras y convocar o no elecciones, también aconseja que ante la incapacidad de un determinado gobierno pueda traspasarlo a otro líder de su mismo partido, o dar el relevo a otra formación elegida en las urnas para que saque al país del atolladero del cual el gobierno actual parece por el momento incapaz de hacerlo.
Tal y como están las cosas no esperemos pacto alguno entre los partidos mayoritarios y si no es entre ellos, no puede hablarse de pacto alguno de estado. Ninguno, en su fuero íntimo lo desea. El partido POPULAR porque, lógicamente, no quiere contaminarse de una situación empantanada que no gravita en su responsabilidad directa y que lo único que le puede proporcionar es el desgaste de un gobierno que no ejerce, con un programa que tendría que compartir, del cual el suyo está en las antípodas del que preconiza el partido SOCIALISTA. A este partido quizá le interese menos todavía. Su principal argumentario frente a la crisis, más que un sólido y bien justificado conjunto de propuestas técnicas, sólida y científicamente bien trabadas, es de naturaleza ideológica y política: las clases trabajadoras no pueden ni deben pagar los costes de la crisis y las soluciones pasan por medidas de corte neokeynesiano, con recurso al gasto, el endeudamiento y el incremento impositivo. El presidente del gobierno está enrocado en esta dialéctica y no se mueve de ella. No puede hacerlo. Sabe que el discurso que viene manteniendo desde que admitió, muy tardíamente, la existencia de la crisis, es la única estrategia válida para tener alguna posibilidad de repetir gobierno. Si cambia de rumbo corre el peligro de perder la casi totalidad de los votos de izquierda y quizá un buen pellizco de los del centro izquierda, mientras otra parte importante de este electorado este ya mirando al partido POPULAR.
Difícil situación para todos. Para el PP que tiene que hacer que hace que pacta. Para el PSOE que está preso de su mensaje, con el riesgo bastante cierto de que la situación va a emponzoñarse más cada día que pasa y que quizá no pueda aguantar los dos años que quedan para las urnas, con los sindicatos lanzándole amenazas y la UE llamándole al orden de unas políticas que son las que no quiere aplicar. Difícil situación, SOBRE TODO, para todos, la gente de este país, parados, semiparados, de la economía legal o de la sumergida, jovenes y menos jovenes, jubilados, nacionales o inmigrantes, que cada vez somos más pobres y carne de cañón de una "peste" o "gripe" económica que, todavía, no nos ha enseñado sus verdaderas fauces. Ya no son horas de comisiones, ni calendarios, ni diagnósticos, ni informes. Es la hora de actuar con rapidez y destreza porque corremos el riesgo de que cuando ya exista algún acuerdo, verdadero o ficticio, la economía española se nos haya muerto.
Tal y como están las cosas no esperemos pacto alguno entre los partidos mayoritarios y si no es entre ellos, no puede hablarse de pacto alguno de estado. Ninguno, en su fuero íntimo lo desea. El partido POPULAR porque, lógicamente, no quiere contaminarse de una situación empantanada que no gravita en su responsabilidad directa y que lo único que le puede proporcionar es el desgaste de un gobierno que no ejerce, con un programa que tendría que compartir, del cual el suyo está en las antípodas del que preconiza el partido SOCIALISTA. A este partido quizá le interese menos todavía. Su principal argumentario frente a la crisis, más que un sólido y bien justificado conjunto de propuestas técnicas, sólida y científicamente bien trabadas, es de naturaleza ideológica y política: las clases trabajadoras no pueden ni deben pagar los costes de la crisis y las soluciones pasan por medidas de corte neokeynesiano, con recurso al gasto, el endeudamiento y el incremento impositivo. El presidente del gobierno está enrocado en esta dialéctica y no se mueve de ella. No puede hacerlo. Sabe que el discurso que viene manteniendo desde que admitió, muy tardíamente, la existencia de la crisis, es la única estrategia válida para tener alguna posibilidad de repetir gobierno. Si cambia de rumbo corre el peligro de perder la casi totalidad de los votos de izquierda y quizá un buen pellizco de los del centro izquierda, mientras otra parte importante de este electorado este ya mirando al partido POPULAR.
Difícil situación para todos. Para el PP que tiene que hacer que hace que pacta. Para el PSOE que está preso de su mensaje, con el riesgo bastante cierto de que la situación va a emponzoñarse más cada día que pasa y que quizá no pueda aguantar los dos años que quedan para las urnas, con los sindicatos lanzándole amenazas y la UE llamándole al orden de unas políticas que son las que no quiere aplicar. Difícil situación, SOBRE TODO, para todos, la gente de este país, parados, semiparados, de la economía legal o de la sumergida, jovenes y menos jovenes, jubilados, nacionales o inmigrantes, que cada vez somos más pobres y carne de cañón de una "peste" o "gripe" económica que, todavía, no nos ha enseñado sus verdaderas fauces. Ya no son horas de comisiones, ni calendarios, ni diagnósticos, ni informes. Es la hora de actuar con rapidez y destreza porque corremos el riesgo de que cuando ya exista algún acuerdo, verdadero o ficticio, la economía española se nos haya muerto.
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