De todos es conocida la reciente polémica suscitada por la intervención en el Congreso del Gobernador del Banco de España sobre la viabilidad-inviabilidad de nuestro sistema público de pensiones. Sin entrar ahora en
el fondo de esta cuestión, que próximamente abordaremos, uno de los argumentos en el alero de la discusión es si ya nos hemos merendado el Fondo de reserva o no, y hasta cuándo puede dar de sí para cubrir los déficits previsibles futuros, al menos mientras dure esta tan traida y llevada crisis que nos azota. Pues, la cosa tiene bemoles. Un reciente estudio de FUNCAS -Fundación de estudios de la Confederación Española de Cajas de Ahorro- pone de manifiesto que el FONDO DE RESERVA de la Seguridad Social alcanzaría a día de hoy una cuantía de 309.000 millones de euros y no los 57.000 actuales, de no ser porque todos metieron la mano en la caja de nuestras pensiones. Todos los partidos políticos. Todos. En épocas de vacas flacas y en épocas de vacas gordas. Da igual. Casi siempre para tapar otros rotos de nuestra economía y cuando no, -caso bien reciente- para hacer campaña con medidas electoralistas sin pies ni cabeza.
Hace ya algunos, bastantes años, la sociedad española extendió a la totalidad de la población el sistema público de salud, hubiera o no hubiera contribuido a su sostenimiento. De forma similar, extendió prestaciones de jubilación, denominadas no contributivas, a segmentos de la población que tampoco habían realizado aportación alguna y que son, y han sido, beneficiarios de pensiones del sistema público. Estas dos medidas han sido pilares básicos de nuestro sistema de solidaridad y bienestar social. Dejamos aparcada, por ahora, la discusión académica sobre la ortodoxia o idoneidad de la forma en que se ha financiado esta última. Lo más lógico hubiese sido que la financiación de las pensiones no contributivas hubiese corrido a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, es decir, por la vía de la fiscalidad y de los impuestos de todos los contribuyentes. Pero no, la financiación de las pensiones de aquellos que no han contribuido se hace con cargo a los sí contribuyentes a la seguridad social, es decir de sólo una parte de la sociedad, trabajadores y empresarios. Pero, lo que ya es el colmo, es que unos dineros que han sido aportados para unos fines concretos, por unos ciudadanos concretos, sean utilizados para otras finalidades, incluidas las electoralistas. Y sabemos que estamos hablando de un sistema público, no privado. Pero a la clase política que nos gastamos en este país, en su insaciabilidad, les da lo mismo ocho que ochenta, porque tiran salvas con la pólvora del Rey. Queremos decir, con nuestra pólvora.
Hace ya algunos, bastantes años, la sociedad española extendió a la totalidad de la población el sistema público de salud, hubiera o no hubiera contribuido a su sostenimiento. De forma similar, extendió prestaciones de jubilación, denominadas no contributivas, a segmentos de la población que tampoco habían realizado aportación alguna y que son, y han sido, beneficiarios de pensiones del sistema público. Estas dos medidas han sido pilares básicos de nuestro sistema de solidaridad y bienestar social. Dejamos aparcada, por ahora, la discusión académica sobre la ortodoxia o idoneidad de la forma en que se ha financiado esta última. Lo más lógico hubiese sido que la financiación de las pensiones no contributivas hubiese corrido a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, es decir, por la vía de la fiscalidad y de los impuestos de todos los contribuyentes. Pero no, la financiación de las pensiones de aquellos que no han contribuido se hace con cargo a los sí contribuyentes a la seguridad social, es decir de sólo una parte de la sociedad, trabajadores y empresarios. Pero, lo que ya es el colmo, es que unos dineros que han sido aportados para unos fines concretos, por unos ciudadanos concretos, sean utilizados para otras finalidades, incluidas las electoralistas. Y sabemos que estamos hablando de un sistema público, no privado. Pero a la clase política que nos gastamos en este país, en su insaciabilidad, les da lo mismo ocho que ochenta, porque tiran salvas con la pólvora del Rey. Queremos decir, con nuestra pólvora.
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