18 abril, 2009

EL "PENSIONAZO" DE LOS EX-PRESIDENTES

Por
Daniel Forcada
18/04/2009
EL CONFIDENCIAL


De ellos se decía que eran como un jarrón chino. Muy valiosos, sí, pero que nadie sabe dónde ponerlos para que no estorbasen. Los tiempos, sin embargo, parecen estar cambiando para quienes un día dirigieron con mano de hierro el destino del país y hoy disfrutan de una jubilación más que dorada. Conferencias y charlas en universidades de cualquier parte del mundo, un 'pensionazo' vitalicio de por vida y la posibilidad de sentarse como asesor en algunos de los Consejos de Administración más selectos del mundo. Hay una larga y próspera vida después de dejar el cargo. El ex vicepresidente económico del Gobierno, Pedro Solbes, expresaba en público lo que muchos políticos opinan en privado. Lo mejor de haber sido presidente, ministro o alto cargo es dejar de serlo. No solo por el alivio que, en algunos casos, sobre todo en el de Solbes, supone apartarse del foco de todas las polémicas. También por el lujoso nivel de vida que rodea a todos los que un día fueron y hoy han pasado a un segundo plano. Quizá por ello se entienda mejor aquello de que “envidiaba” al recién dimitido ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo. Esta misma semana, la prensa británica recogía sorprendida los millonarios emolumentos de su ex primer ministro Tony Blair, quien se ha convertido en el orador mejor pagado del planeta. Blair cobró recientemente la nada desdeñable cifra de 400.000 libras (425.000 euros) por dos discursos de media hora de duración que pronunció en una visita a Filipinas que duró 36 horas. Por cada minuto que habla, el ex primer ministro laborista se embolsa nada menos que 6.780 euros. Todo para decir lugares comunes como que “la política realmente importa, aunque mucho de lo que pasa no es importante” o que “la religión (puede ser) una fuente de inspiración o una excusa para el mal”.

Dos años de lista de espera

Blair y su esposa se han convertido en toda una máquina de hacer dinero. Desde que ambos dejaron el número 10 de Downing Street no les ha ido nada mal y han ganado más de 18 millones de libras. Para escucharle en directo hay una lista de espera de, como mínimo, dos años y hay que pagar, también, por persona, 350 libras esterlinas. Y por si todo esto fuera poco, Tony Blair también realiza funciones de asesoramiento para compañías como JP Morgan y Zurich Chase (por lo que cobras otros 2,5 millones de libras anuales) y se dedica a dar consejos sobre buen gobierno a otros líderes políticos, lo que le permite ingresar también otro millón de libras. Políticos reconvertidos en empresarios de un millón de euros. El caso de Tony Blair no es el único. En España, nuestros ex presidentes hace tiempo que aprendieron que sus palabras bien valían su peso en oro. José María Aznar es quien más partido ha sacado a eso de hacer bolos. Aznar dejó La Moncloa, se bregó con sus clases intensivas de inglés y, desde entonces, ha recorrido medio mundo pronunciando charlas. Sobre todo, en la Universidad de Georgetown, donde periódicamente imparte clases magistrales a sus alumnos. Ésa ha sido su faceta más visible como ex presidente. En una de esas clases sostuvo, por ejemplo, que el problema en España con Al Qaeda y el terrorismo no comenzó con la crisis de Iraq: “De hecho, no tiene nada que ver con las decisiones del Gobierno”, explicó. “Tendríamos que remontarnos 1.300 años atrás, al siglo octavo, cuando España, recién invadida por los moros, rechazó convertirse en una pieza más del mundo islámico”.

90.000 euros por conferencia

Como ya informó este diario,
Aznar cobra nada menos que 90.000 euros por cada una de sus intervenciones. Una importante agrupación empresarial española intentó ficharle como broche de oro para una de sus celebraciones. Pero sus responsables se quedaron de piedra en cuanto conocieron el caché del presidente de honor del PP. También se interesaron por otro peso pesado de la política nacional, el ex ministro de Economía y ex director gerente del Fondo Monetario Internacional Rodrigo Rato. Pero su salario también estaba por las nubes. Pide 65.000 euros por cada conferencia. El nuevo tren de vida de José María Aznar no se queda ahí. Al igual que Tony Blair, desde que dejó La Moncloa sus ingresos han crecido desmesuradamente. Primero por el trato que recibe como cualquier otro ex presidente del Gobierno de España. Una condición que le da derecho a cobrar un sueldo vitalicio de 60.000 euros brutos al año y a disfrutar, también de por vida, de una secretaria, un asistente y un servicio personal de seguridad. No recibe, eso sí, salario alguno por su trabajo al frente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES).

Pero los políticos retirados son toda una mina de oro para cualquier compañía. Por su experiencia al frente de la gestión de un país, por su capacidad para negociar con sus adversarios y, principalmente, por su repletísima agenda de contactos. Es el paso natural de la vida política a la empresa privada. Personas como
Eduardo Zaplana no lo han dudado ni un minuto. El ex portavoz del PP es hoy delegado para Europa de Telefónica. Uno más de otros tantos que también dieron el paso en su día. Rodrigo Rato en La Caixa y en la banca Lazard, Isabel Tocino en el Banco Santander, Rafael Arias Salgado en el grupo Carrefour o Narcís Serra en Caixa Catalunya.

José María Aznar no ha sido menos. Forma parte del Consejo de Administración de la todopoderosa News Corporation, propiedad del magnate de la comunicación Rupert Murdoch, el Ciudadano Kane del siglo XXI. Su fichaje por la compañía puso al descubierto que Aznar había cobrado desde el 1 de septiembre de 2004, solo seis meses después de dejar La Moncloa, 10.000 euros mensuales “por servicios de consultoría relacionados con la estrategia corporativa global de la compañía”. Los ingresos se habían hecho a la firma Famaztella (Familia Aznar-Botella S.L) sin que Aznar lo hubiera comunicado al Registro Oficial de Actividades, un requisito exigido por la Ley de Incompatibilidades. Aznar se escudó en que eran solo “colaboraciones ocasionales”, pero el incidente provocó también su salida del Consejo de Estado, en donde los ex presidentes del Gobierno tienen derecho a un sueldo de por vida y a opinar sobre toda la legislación del Estado. Solo Aznar había aceptado el cargo. Sus antecesores, Felipe González y Leopoldo Calvo Sotelo lo rechazaron para no limitar así sus actividades privadas. Aznar fue también, hasta el pasado mes de febrero, consejero del fondo de inversión Centaurus.

El chollo de las comunidades

Lo que hasta hace poco era un privilegio solo concedido a los ex presidentes, las pensiones vitalicias tan habituales en la época franquista, se están convirtiendo ahora en algo habitual entre los líderes autonómicos.
Manuel Chaves, Jordi Pujol o Juan José Ibarretxe dejaron atado y bien atado su futuro antes de abandonar sus respectivas presidencias.

Jordi Pujol rigió los designios de Cataluña durante dos décadas, tiempo suficiente como para regular su condición de ex president. Pujol determinó que los ex presidentes de la Generalitat podrían cobrar durante la mitad del tiempo que estuvieron en el cargo el 80% de su sueldo. Él estuvo 23 años, por lo que durante 12 tiene derecho a 124.597 euros al año. Lo mismo que Pasqual Maragall, que los cobrará durante cuatro años y, después, será el primer ex presidente de la Generalitat en recibir la pensión vitalicia estipulada cuando se consuma su indemnización. Ésta equivale al 60% de su nómina, es decir, 94.000 euros al año. Todo un pastón, habida cuenta que el presidente de Cataluña siempre ha sido el político mejor pagado del país.

Manuel Chaves, por su parte, tiene derecho a cobrar ya la super-indemnización que le corresponde como ex presidente de la Junta y que equivale al 60% de su sueldo. En total, unos 46.000 euros al año que podrá compatibilizar con su nuevo sueldo de vicepresidente de Asuntos Territoriales. Ibarretxe y los miembros de su gobierno tampoco se han quedado atrás. Abandona la lehendakaritza con la certeza de que cobrará el 50% de su sueldo, unos 45.000 euros, como pensión vitalicia. Una forma de asegurarse una jubilación dorada en la que no tendrán que preocuparse por nada. Solo, acaso, por recopilar sus memorias. Con estos ingresos, poco les importa a todos ellos ser o no un jarrón chino.

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