21 mayo, 2007

Ventajas competivivas de las estaciones bien localizadas

La accesibilidad a las estaciones, un riesgo cierto para la Alta Velocidad

Comentábamos hace unos días que la estación de Atocha presenta, hoy por hoy, un cuello de botella importante en lo que se refiere a la capacidad de sus instalaciones para acoger a una demanda de viajeros que se prevé va a duplicar y más la actual. Así mismo, decíamos que la pelota para la solución de este tema está en el alero del ADIF, el órgano administrador de las infraestructuras ferroviarias, entre las que se encuentran las estaciones, para dotarlas de las instalaciones y capacidad adecuadas.

Quizá todavía más importante que esta falta de capacidad en algunas de las estaciones es la amenaza que se cierne sobre este sistema de transporte, que no es otra que la accesibilidad a las estaciones en algunas de las principales y más populosas ciudades. Así como puede decirse que el operador ha desplegado todos sus medios para poder prestar servicio de alta velocidad a Barcelona, Málaga y Valladolid en las mejores condiciones comerciales, a partir del próximo día 1 de Enero de 2008, no cabe decir lo mismo ni del administrador de las infraestructuras ni de los ayuntamientos de Madrid y Barcelona, principalmente.

El caso de Madrid es paradigmático. El alcalde Ruíz Gallardón se empeña en sacar Atocha de la ciudad y trasladarla a los terrenos del hoy parque de contenedores de Abroñigal a lo que ya dijimos el otro día la que debería ser una postura negativa, irrenunciable e incontrovertible por lo que supone de pérdida de centralidad, de captación de viajes y de comodidad para los viajeros. Pues, en éstas estamos. Las autoridades municipales, a seis meses vista, nada han hecho para solucionar las previsibles congestiones de vehículos en los entornos de las estaciones, tanto de los vehículos privados como de los taxis, autocares, etc.

¿En qué puede afectar esto al servicio de Alta Velocidad? Pues en que los tiempos de acceso y dispersión, o de llegadas y salidas de la estación, se pueden dilatar un tiempo no deseado que haga que el tiempo global del viaje de puerta a puerta no sea tan atractivo –más dilatado- como el del medio competitivo más destacado, el avión. Así pues, el ferrocarril, con la estación en el centro de la ciudad, vería esfumarse una de sus más sobresalientes ventajas competitivas debido a un factor externo, ajeno a su responsabilidad. El tren de Alta Velocidad con un tiempo de viaje directo MAD-BCN de 2h 30 min frente a 55 min del avión, ganaría a éste en tiempo de desplazamiento total con 3h, frente al avión con 3h 10 min por los ahorros sustanciales en los tiempos de ida y vuelta estación/aeropuerto y mayores demoras del avión por tiempos de facturación y controles de seguridad. Este es quizá, a día de hoy, el riesgo más cierto que se cierne sobre el futuro de la alta velocidad como el medio de transporte más adecuado, razonable y eficiente para los desplazamientos entre ciudades como Madrid y Barcelona. Como casi siempre, las luchas políticas prevalecen sobre los intereses de la ciudadanía que las soporta y paga con sus impuestos.

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