07 marzo, 2007

Lo caro que nos pueden salir las transferencias ferroviarias

Transporte y despilfarro (I)
De lo caras que nos pueden salir unas elecciones

Por

José Enrique Villarino

Economista

El despilfarro, digo, es consustancial a nuestra cultura. El no despilfarro, no ya el ahorro –que es lo opuesto y bastante distinto al mero hecho de no despilfarrar- no suele formar parte de nuestros valores más acendrados, ni de nuestros hábitos cotidianos. Afecta a casi todas nuestras actividades: despilfarramos tiempo en tareas poco instructivas, despilfarramos energía –cuán necesario es tomar conciencia de que debemos empezar a ahorrar y mucho energía, ya que en ello nos va nuestra vida futura y la supervivencia de nuestros descendientes-, despilfarramos recursos que no son renovables, despilfarramos la belleza de nuestros paisajes reemplazándolos por ladrillo, acero y hormigón, despilfarramos alimentos que tan caros y escasos les resultan a las dos terceras partes de la población mundial. Despilfarramos papel, espacio, amistad, ... hasta amor y odio.

Despilfarramos también en transporte que es una actividad, un sector económico y un servicio para las personas y el comercio, muy goloso para ser objeto de los deseos y afanes de toda suerte de políticos , no ya para hacerle más cómoda y agradable la vida a los ciudadanos, sino para valerse de él, para usarlo, para usurparlo, manipularlo y degradarlo.

Paradójicamente, siendo un sector que cuenta en nuestro país y en general también a escala mundial, con excelentes profesionales y técnicos se ve mediatizado e influido por las decisiones de los personajes políticos de turno. Raro es encontrar hoy día quien no entienda de transporte, de si la carretera o la vía por aquí o por allá, de si mejor metro que tren o autobús, que si la parada frente a casa, que si los viales al lado del campo para luego recalificar, especular y atornillar la vida –hasta cincuenta años- de tantas personas a una hipoteca de su vivienda, pagando hasta cinco o seis veces lo que debería ser su precio, no ya su valor. Los políticos, todos, parecen tener al menos un master en transporte por el británico Instituto de Leeds o el estadounidense MIT.

Es por ello que una actividad como es la del transporte que debería estar llamada por su naturaleza a crear valor, a multiplicar el valor –no el precio- de las cosas –reducir los tiempos entre el domicilio y los lugares de trabajo, acercar los bienes y las cosas a las personas, dar empleo, facilitar el ocio y la proximidad de espacios valiosos, etc- a crear utilidades, en definitiva –los algoritmos de la economía del transporte no son otra cosa que funciones de utilidad- resulta que en vez de ello contribuye, en no pocas ocasiones, a crear desutilidades – encarecimiento, especulación, deterioro ambiental y.... réditos electorales-. Triste panorama, aunque no siempre esta sea el máximo común divisor de todos los casos posibles.

Acabemos hoy haciendo una aseveración que iremos matizando en sucesivos días: los políticos suelen despilfarrar transporte y en transporte porque es un recurso electoral y político que tienen muy a mano y que vende muy bien. Cuanto más, mejor, que se suele decir para algunas circunstancias y ocasiones. No importa que su utilidad económica, marginal, social o empresarial sea x o z. Nadie va a hacer ascos a un metro o un cercanías o un intercambiador mal diseñado, pero faraónico. Por la misma regla de tres nadie debería hacerle ascos a un traje de la talla 82 cuando en realidad lo que necesita y usa habitualmente es una 48. Pues eso, más que un traje, un despilfarro. ¡Lo caras que nos pueden llegar a salir unas elecciones! Como la ronda en la tasca del pueblo a la salida de Misa: el sr diputado invita, el ciudadano, sr Cayo, vota y paga. Y calla.

2 comentarios:

An dijo...

No se si reirme o llorar :/

An dijo...

Saludos :)