Por
José Enrique Villarino Valdivielso
de RENFE Operadora
El pasado día 1 de Marzo se celebraron elecciones sindicales en mi empresa para elegir a los nuevos representantes de los trabajadores y conformar el nuevo Comité General de Empresa.
Era mi intención ir a votar, entre otras razones, -que no tengo porque dar a nadie ya que es un derecho esencial de la persona y el trabajador-, para evitar que ganase las elecciones un sindicato gremialista, oportunista y chantajista que suele imponer sus intereses a los de los ciudadanos y a los del resto de los trabajadores de la empresa mediante el poder (?) que le da conducir trenes. Por cierto, a este sindicato todo le parece poco: salario, prebendas, etc, excepto su productividad de trabajo, algo así como 3,5 horas diarias. Pero bueno, así lleva consintiéndoselo la dirección de la empresa años y años, o sea RENFE, la dirección, repito, que no la empresa, que somos todos. O eso creo. O creía hasta ayer.
Porque cuando iba a votar, mis colegas, sabiendo del delicado y precario estado de mis cañerías me advirtieron de que no podría votar, para evitarme un subidón, uno más, de mi tensión arterial. Es decir, que no he podido ejercer mi derecho al voto, lo mismo que cualquier otro trabajador. ¡Ojo!, digo yo, estamos en el año 2007.
Desconozco a quien se le ha ocurrido tan infausta idea. Sea Administración, legisladores, sindicatos de clase o desclasados o dirección de la empresa. Me da igual. Resulta que como mi posición funcional, que no mi categoría laboral, en la empresa es X, pues ya estoy invalidado para ejercer mi derecho de opinar y elegir a quienes en unos cuantos años han de ser los representantes de los trabajadores, en en este caso de RENFE, que lo serán excepto de mi humilde persona. Increíble. Porque si no puedo votar, los electos no me representan, lo que quiere decir, en buena lógica, que soy algo así como una apátrida sindical. Carezco de voto y sindicato que defienda mis derechos como trabajador. Increíble, y lo más grave, ilegal.
Todo ello es así porque muchos de quienes militan, desempeñan cargos o son elegidos representantes de los trabajadores ni ellos mismos se creen su papel y sus responsabilidades. Siguen pensando, anclados en la más rancia y reaccionaria teoría sindical, que existe, sigue existiendo, el enfrentamiento dialéctico y real entre la empresa y los trabajadores. Y que, dentro de éstos, unos, algunos, son empresa. En otro lenguaje: que son y defienden al capital. Me parece estar soñando, retrocediendo en el túnel del tiempo treinta años atrás. ¡Qué digo, 200 años atrás!
Para más inri, mi empresa es una empresa pública en la que los accionistas son nuestros conciudadanos y el capital es el que nos arriman cuando pagan sus impuestos y, de paso, también religiosamente los salarios de los sindicalistas liberados, aquellos que sólo trabajan para su sindicato.
Repito, no se de quien habrá sido la idea pero yo, siendo un jefecillo de no se cuántos cientos de más que hay en la empresa, soy tan trabajador, tan empleado de esta empresa como el sindicalista o afiliado que más. Y claro que también -como todos- soy empresa ya que en ella y para ella trabajo y ella me paga. Y no pasa nada, ni desmerece en nada mi condición de trabajador para no tener el derecho y la facultad de votar y elegir a los representantes de los trabajadores. Negar este derecho a una parte de los empleados de cualquier empresa es un acto arbitrario, fascista e ilegal. Sólo deberían quedar excluidos de tal derecho quienes componen los consejos de administración en las entidades societarias -tampoco en las cooperativistas- ya que ellos sí son o representan al capital.
Desde mi perspectiva las elecciones pasadas son ilegales y nulas de pleno derecho y mantener y ejercer hoy día este contrasentido, que repugna a la más mínima lógica y sentido común, es ser un cavernícola de tomo y lomo. Y si no que me lo expliquen. Los sindicatos y la empresa que lo consiente.
José Enrique Villarino Valdivielso
de RENFE Operadora
El pasado día 1 de Marzo se celebraron elecciones sindicales en mi empresa para elegir a los nuevos representantes de los trabajadores y conformar el nuevo Comité General de Empresa.
Era mi intención ir a votar, entre otras razones, -que no tengo porque dar a nadie ya que es un derecho esencial de la persona y el trabajador-, para evitar que ganase las elecciones un sindicato gremialista, oportunista y chantajista que suele imponer sus intereses a los de los ciudadanos y a los del resto de los trabajadores de la empresa mediante el poder (?) que le da conducir trenes. Por cierto, a este sindicato todo le parece poco: salario, prebendas, etc, excepto su productividad de trabajo, algo así como 3,5 horas diarias. Pero bueno, así lleva consintiéndoselo la dirección de la empresa años y años, o sea RENFE, la dirección, repito, que no la empresa, que somos todos. O eso creo. O creía hasta ayer.
Porque cuando iba a votar, mis colegas, sabiendo del delicado y precario estado de mis cañerías me advirtieron de que no podría votar, para evitarme un subidón, uno más, de mi tensión arterial. Es decir, que no he podido ejercer mi derecho al voto, lo mismo que cualquier otro trabajador. ¡Ojo!, digo yo, estamos en el año 2007.
Desconozco a quien se le ha ocurrido tan infausta idea. Sea Administración, legisladores, sindicatos de clase o desclasados o dirección de la empresa. Me da igual. Resulta que como mi posición funcional, que no mi categoría laboral, en la empresa es X, pues ya estoy invalidado para ejercer mi derecho de opinar y elegir a quienes en unos cuantos años han de ser los representantes de los trabajadores, en en este caso de RENFE, que lo serán excepto de mi humilde persona. Increíble. Porque si no puedo votar, los electos no me representan, lo que quiere decir, en buena lógica, que soy algo así como una apátrida sindical. Carezco de voto y sindicato que defienda mis derechos como trabajador. Increíble, y lo más grave, ilegal.
Todo ello es así porque muchos de quienes militan, desempeñan cargos o son elegidos representantes de los trabajadores ni ellos mismos se creen su papel y sus responsabilidades. Siguen pensando, anclados en la más rancia y reaccionaria teoría sindical, que existe, sigue existiendo, el enfrentamiento dialéctico y real entre la empresa y los trabajadores. Y que, dentro de éstos, unos, algunos, son empresa. En otro lenguaje: que son y defienden al capital. Me parece estar soñando, retrocediendo en el túnel del tiempo treinta años atrás. ¡Qué digo, 200 años atrás!
Para más inri, mi empresa es una empresa pública en la que los accionistas son nuestros conciudadanos y el capital es el que nos arriman cuando pagan sus impuestos y, de paso, también religiosamente los salarios de los sindicalistas liberados, aquellos que sólo trabajan para su sindicato.
Repito, no se de quien habrá sido la idea pero yo, siendo un jefecillo de no se cuántos cientos de más que hay en la empresa, soy tan trabajador, tan empleado de esta empresa como el sindicalista o afiliado que más. Y claro que también -como todos- soy empresa ya que en ella y para ella trabajo y ella me paga. Y no pasa nada, ni desmerece en nada mi condición de trabajador para no tener el derecho y la facultad de votar y elegir a los representantes de los trabajadores. Negar este derecho a una parte de los empleados de cualquier empresa es un acto arbitrario, fascista e ilegal. Sólo deberían quedar excluidos de tal derecho quienes componen los consejos de administración en las entidades societarias -tampoco en las cooperativistas- ya que ellos sí son o representan al capital.
Desde mi perspectiva las elecciones pasadas son ilegales y nulas de pleno derecho y mantener y ejercer hoy día este contrasentido, que repugna a la más mínima lógica y sentido común, es ser un cavernícola de tomo y lomo. Y si no que me lo expliquen. Los sindicatos y la empresa que lo consiente.
5 comentarios:
parece que cambiastes un poco el blog, tiene buena pinta asi :) un saludazo
Sí que es fascista. Pero al menos puede que como a mí escribir y denunciar al menos te sirva.
Saludos :)
Te dejé una pregunta allí por si no te importa pasarte...
Seguimos con las cacicadas. Del cacique Puigcercós del anterior artículo, a los caciques de la dirección de la empresa y los sindicatos de Renfe. Un derecho que tiene todo trabajador es conculcado por unos y otros. Tal vez, ¿será porque muchos directivos medraron gracias a los sindicatos?.
P.D. No te des por aludido JF
Como tu bien dices, es algo ilegal, ahora bien, no se a quien compete regular eso, por que esta claro, que no tienes sindicato a la que portestar...estraña y carpetobetonica situación :(
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