Si nos atenemos a los datos que cada año nos pone sobre la mesa La Central de Balances del Banco de España en su informe anual sobre las empresas españolas, no sólo el transporte es una actividad subvencionada, pero sí es una de las más subvencionadas.
Las discusiones sobre el papel de las subvenciones en los textos y las corrientes de pensamiento económicas viene de lejos. Ya los fisiócratas, los clásicos, la escuela neoclásica y el keynesianismo, prácticamente todas ellas, trataron, desde puntos de vista dispares, esta cuestión. No digamos, más recientemente, en contra por supuesto, la escuela monetarista de Chicago.
Se subviene a algo que no se llega, que no se alcanza porque si no esa actividad económica no sería perdurable en el tiempo. La actividad que no autogenera los suficientes recursos para valerse por sí misma necesita ser subvenida, subvencionada. Dicho de otra manera, a medio y largo, incluso a corto plazo esa actividad no sería sostenible. Así pues, parece que sostenibilidad y subvención se dan, digamos, .... algo de bruces.
En este sentido, el mayor riesgo para la sostenibilidad económica ( no hablamos ahora de las otras dos “patas” de la sostenibilidad, la medioambiental y la social ) es la existencia misma de la subvención. Esto, que lo ha dicho de otra manera genialmente mi amigo Jesús, “ la subvención lo aguanta todo “,no quiere decir otra cosa que las actividades subvencionadas son aparentemente sostenibles, sólo aparentemente, mediante un artificio contable muy sencillo, llevando la subvención a ingresos. Cuando ésta se cae, cae con ella la actividad.
Lo que en el fondo dice mi amigo Jesús, cuando dice que la subvención lo aguanta todo, es que la subvención propicia corruptelas y ampara decisiones y formas de gestión no siempre razonables ni justificables. Con el respaldo de la subvención es bastante fácil gestionar, máxime cuando los resultados de esa gestión no se someten a control alguno, cuando no se exigen que sean tales o cuales y el único control de gestión que pasan es, como dice Jesús, el notarial. En este caso, el gestor y, el controlador, si lo hay, actuan como notarios, dando fe de que los resultados han sido esos, y punto. Unos presupuestos suficientemente y artificialmente bien construidos pueden dar el pego para que todo se cumpla.
Hay que decirlo, el Ferrocarril no es el único modo subvencionado. También el autobús, incluso en algunas cuestiones el avión, reciben subvenciones públicas.
Lo malo es que el panorama a futuro no parece muy halagüeño. En bastantes casos la liberalización, que no privatización, lo será sólo de nombre ya que a su sombra lo que realmente se ha de producir será un mero reparto de la subvención global. Allí donde ahora hay un solo operador público, ésta se repartirá entre dos, tres o más y ..... aquí paz y después gloria. De lo que nadie habla todavía es qué va a pasar con los sobrecostes de sobrecapacidad ociosa de los activos públicos.
El artículo de Anna Matas, Javier Asensio y J.L. Raymond “ Efectos redistributivos de las subvenciones al transporte público en las áreas urbanas “, que se relaciona al final se refiere fundamentalmente a las subvenciones a los usuarios a través de las bonificaciones o reducciones en las tarifas. En nuestro caso nos referimos a las subvenciones a las compañías explotadoras, que es donde aquellas propician la existencia de ineficiencias y distorsiones en los mercados.
http://ecap.uab.es/repec/doc/wp0108.pdf
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