22 noviembre, 2021

Yo liberalizo, tu no liberalizas, ... nosotros liberalizamos, ellos no liberalizan


 No se trata de un trabalenguas verbal sino de una realidad que se esta produciendo en eso que algunos se atreven a llamar Unión Europea, que más que otra cosa se asemeja más a un sanedrín de burócratas, que a una unión política y económica de naciones con igualdad de derechos y obligaciones para cada una de ellas. 

Hablamos de la negativa francesa a que nuestra empresa pública ferroviaria pueda explotar alguna línea en su red ferroviaria.

Liberalizar el mercado ferroviario, al igual que cualesquiera otro, consiste en que se permita acceder al mercado a todo nuevo operador que lo desee, cumpliendo las regulaciones que procedan desde el punto de vista de condiciones, solvencia, seguridad, etcétera. Otro tanto debe ocurrir en lo que se refiere a los mercados internacionales, rigiendo, como es lógico, el principio de reciprocidad. Es decir, igualdad de condiciones para todos y libertad para todos. 

España, abrió en su momento el mercado ferroviario de las mercancías, por cierto, con escaso o nulo éxito para este segmento de transporte y más recientemente ha liberalizado el de viajeros. Como consecuencia de ello, ya opera en nuestro país la monopolística operadora pública francesa SNCF y el año próximo lo hará la pública italiana TRENITALIA, en compañía de la española AIRNOSTRUM. Dada la situación de escasez financiera de ADIF, seguro que concederá nuevas autorizaciones a nuevas operadoras con la finalidad de hacer caja a través de los denominados cánones por el uso y mantenimiento de las infraestructuras.

Pues bien, hasta el momento el gobierno francés se ha llamado a andanas frente a las solicitudes españolas para que la homóloga pública española RENFE pueda explotar nuevas líneas en suelo francés, poniendo todo tipo de trabas y dando largas a las aspiraciones de nuestra operadora pública. Y hasta el momento actual, la UE no ha dicho ni pío, ni ha llamado a capítulo al gobierno vecino. Era de esperar y absolutamente previsible dada la "grandeur" que caracteriza a quienes viven y gobiernan más allá de los Pirineos.

Pero, nos preguntamos: ¿entonces para qué está y a qué espera la UE?. ¿O sea, que hay países de primera y otros de segunda? Y lo que es peor, mucho nos tememos que el gobierno francés seguirá haciendo lo que le de la gana, por el tiempo que le de la gana.  Tomen nota los forofos de la burocracia bruselense.

¿Tendrá algo que ver que la Agencia Ferroviaria de la Unión Europea (ERA) tenga su sede en Francia?

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