RENFE: el desmoronamiento de una plantilla

Edificios de Paseo del Rey en Madrid,,sedes
de la gestión de personal de RENFE

Una cosa son los problemas del ferrocarril y otros, los de Renfe, aunque Renfe suponga el 98% del ferrocarril en España. Hoy, nos vamos a referir a uno solo de los problemas de Renfe, que a nuestro juicio es uno de los más importantes, sino el que más.


Nos estamos refiriendo a la situación, desastrosa situación. de la plantilla de Renfe que ha devenido desde bastantes años, en una situación crítica, semejante a la que demográficamente vive el país.

La mala gestión viene de antaño, pero ha empeorado en los últimos ocho o diez últimos años. Una de las razones, no menor, es que al frente de la gestión de los recursos humanos no han estado las personas más adecuadas, ni por su formación, ni por la poco disimulada injerencia de los sindicatos en las principales decisiones.

Una plantilla que tiene una edad media de 52 años  -quizá hoy sea todavía algo mayor-  tiene escaso futuro. Pero, no tanto por extinción biológica, que sí, en caso de que no se tomen medidas drásticas, como por algo que se parece a escala individual, en una demencia senil o un proceso de pérdida de identidad colectivos.

Por ejemplo, al sindicato de maquinistas siempre les ha parecido que son muy pocos para la mucha  -eso es lo que ellos dicen-  tarea que tienen que llevar a cabo. Y la injerencia, siempre consentida, de este sindicato ha sido el pasteleo en la definición de los gráficos de servicio, que se han de negociar y renegociar y renegociar, cada vez que hay un cambio de servicios. Y, claro, al mismo ritmo se han ido imponiendo los criterios del Semaf, hasta el punto de que la productividad de este segmento de empleados está, más que bajo mínimos, por los suelos.

La formación de calidad,  léanse másteres, MBAs de IE o IESE, etc, ha estado solamente a disposición de las cúpulas directivas, cuando se supone que si estas personas han llegado a donde han llegado, es porque previamente tenían los conocimientos necesarios. Siempre, a lo largo de los años que hemos trabajado en la empresa, no se nos ha ocurrido solicitar ninguno de estos caros y elitistas cursos de formación y perfeccionamiento. Mientras, el resto de la plantilla, salvo la gente de la operación, a verlas venir con unos cuantos cursillitos de Excel, Word y similares.

En la plantilla todavía perviven reminiscencias endogámicas, que si antaño esto sirvió para crear unas generaciones de profesionales en que la ausencia de una formación, a pesar de las  muy destacables Escuelas de Aprendices, se suplió con el conocimiento que se pasaban de padres a hijos, de tíos a sobrinos, etc, etc. Esto, que tuvo algunas ventajas para la empresa y para los empleados, se perpetuó más de la cuenta y tuvo su principal inconveniente en el efecto bivalvo, es decir, que al mínimo estímulo externo, , no controlado por el ADN del sistema, se defendía replegándose sobre si mismo, cerrando la escotilla, la concha.

A lo largo del tiempo se han creado hábitos y conductas esclerotizadas que han pervivido hasta mediados de los años 80 del pasado siglo y muchos de los cuales todavía perviven. Hasta aquellos años, la endogamia llegó a estar bien vista y ser un valor empresarial que distinguía  a esta empresa de la inmensa mayoría de las industriales y otras de transporte.

En definitiva, no sólo se trata de un desmoronamiento físico por vejez, es también el desmoronamiento por vejez de conocimientos, ilusiones y futuro.