10 febrero, 2017

De la Serna, o a la búsqueda del "consenso" progre



Se ha puesto de moda entre la progresía, esa forma melíflua política que no significa nada, el consenso. Otra indefinición que tampoco se sabe bien en qué consiste, salvo lo que supone de apaño, arreglo y conchabeo.

Este consenso ha acuñado estos últimos 40 años pactos contra natura entre traidores de uno y otro cuño y ha arrasado con valores y principios morales, educativos y profesionales en pro de un rampante relativismo imperante en todas las facetas de la vida. A esto, a este consenso, se ha apuntado el nuevo ministro de Fomento para rendir pleitesía a una pandilla de atracadores de taifas, algunos, redomados delincuentes.

Mala pinta tiene el ministerio de De la Serna. O más de los mismos, o más burócratas. Ideas, hasta ahora pocas y dudamos que las haya. Eso sí, el ministro tiene pinta de ser un bien mandado del presidente Rajoy, por lo que es para echarse a temblar. Rajoy carece de ideas, es melífluo, le da lo mismo ocho que ochenta, carece de ideología, miente en los compromisos electorales y ... se fuma un puro.


Rajoy les ha dado a sus ministros una consigna peligrosísima: la de negociarlo todo, a costa de todo, para seguir en el machito. Porque, repetimos, le da lo mismo ocho que ochenta.

Siguiendo esas instrucciones, el ministro ya ha empezado a visitar  - ¿un ministro del gobierno de España no tiene al menos igual rango que un mero reyezuelo de taifas, representante del Estado en el territorio de que se trate?-  a los presidentes autonómicos. Y la merdé que puede organizar puede ser gloriosa.

Intentar negociar con insaciables que se creen que con ello demuestran el amor del que carecen por su paisanaje, es peligrosísimo. A los presidentes autonómicos les nombran jefecillos de esos negociados despilfarradores y se afanan en ver quién despilfarra más y maricón el último.

Un ministro no es un señor que va tomando nota de las cartas a los reyes magos por lo que queda y va a quedar de España. Porque luego pasa lo que pasa: aeropuertos herrumbrándose, túneles de alta velocidad tapiados, trenes carísimos innecesarios, y otros atropellos miles.

Al frente del ministerio hace falta un señor con las ideas claras, que sepa de lo que habla, de lo que le cuentan y le hablan y de lo qué y en qué le intentan engañar. Que tenga autoridad y por supuesto, que también escuche. Pero que  no vaya de mero anotador para luego hacer el CLXXX Plan Estratégico de Transporte e Infraestructuras, mediante corta y pega con las cartas a los magos que se ha traído a Madrid.

Es, además, un ministro mentiroso. Un faltón a su palabra, un hombre de deshonor, que promete una cosa y hace la contraria. Que deja a sus compromisos en la estacada. Que le da lo mismo ocho, que ochenta.

Tira a su jefe. Otro que tal baila. Ahora al cinismo se le llama consenso.

1 comentario:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.