08 marzo, 2014

Con motivo del Día Internacional de la Mujer


Ya lo sabíamos


Por
Teresa Villarino Valdivielso
Dr. Ingeniero de Montes


Nosotras ya lo sabíamos. Las mujeres, salvo las que no viven en condiciones de libertad y libre albedrío, sabemos y hemos sabido que somos distintas y así, a la chita callando, hemos ido dejando hacer a la evolución, quizá porque vemos más y más lejos.



Yo fui consciente de ello al iniciar la carrera con la ayuda de un estupendo profesor de Zoología, que no era americano. El Dr. Ceballos, supongo que sin afán de sentar una teoría, para que me sintiera mejor en un curso, en una Escuela, en la que sólo había varones, me dio la clave de mi vida. Un día, al finalizar la clase y como quien no quiere la cosa me soltó: Vd., señorita, no se preocupe, ya sabe que la mujer y el hombre no somos iguales, porque la mujer no es la hembra del hombre, es otra especie distinta, pero al ser la más parecida por eso nos apareamos. Por si no había comprendido bien me guiñó un ojo, en plan cómplice, y añadió: ya sabe, la mujer es al hombre lo que el hombre es al mono, en la escala evolutiva, y como nexo de unión hemos tenido que inventar el amor. Yo solo supe sonreír azarada y me escabullí como pude.
Creo que esa fue la chispa que me hizo saltar a una cierta seguridad que aminoró mi timidez y me permitió tratarles con naturalidad, con esa sensación que se tiene cuando se mira por encima del hombro (o del hombre, no sé).

Hoy, pasado mucho tiempo, no sabría decir si aquello pasó, lo soñé, o me lo inventé, pero esa idea que podría apoyar con mi intuición, que no es poco, podría reforzarse empíricamente. Para dar una idea de lo que quiso decir, repárese en que ninguna otra especie del reino animal tiene tantos problemas para formar o disolver la pareja como la nuestra, a ninguna le resulta tan difícil convivir y, en ciertos casos en que es conveniente para la especie, la hembra devora al macho después de la cópula, sin que esté mal visto.
Por ello, y aunque no estoy lejos de las feministas, no me ha parecido del todo bien luchar por la "igualdad de la mujer", porque sabemos que no somos iguales. Me parece bien luchar por un trabajo, por ciertos derechos, por la independencia, pero sin competir; la competitividad (cuanta ti!) me parece nefasta hasta en esto.

Lo de ser cerebralmente distintos, a nuestro favor, me ha puesto alerta, pues las desgracias no suelen venir solas y estamos mejor cuando pasamos desapercibidas; cada vez que levantamos la cabeza notamos como si nos descoyuntasen -cariñosamente- las cervicales. Cuando, hace años, el infalible D.N.I. nos reconoció como mujeres en vez de hembras, el Papa se apresuró a decirnos que nada de misterio sacerdotal, solo “monaguillato”. Por la época en que las féminas llegan a ministras y a altos cargos, se descolgó la armada americana con un código de luces, en el que nos explicaban cuando debíamos sentirnos halagadas, acosadas o violadas. Muy atrás las cosas debieron ir peor y en cuanto él dejó de arrastrarla por los pelos la puso a su servicio como puede leerse en el texto secreto de una tablilla sánscrita, de un presunto palimpsesto, en el que Zarathustra señalaba el comportamiento ideal de la mujer al levantarse: Juntas las manos ante el pecho, tres reverencias ante el marido y la pregunta: ¿qué dispone hoy mi señor, mi dueño? Después, y a pesar de Aristóteles, también se nos ha excluido con lo del "alma femenina" la "debilidad de la mujer" y el "carácter histriónico-histérico".

Ahora parece que nos pretenden excluir por arriba y eso es mucho peor: el "cerebro de los hombres esta menos evolucionado que el de las mujeres"; lo han dicho científicos y americanos. Claro que también “escribidores” americanos han publicado que los negros siempre vivirán peor que los blancos por imperativo genético. Cuidado con “la ciencia”.

Cuando yo contaba lo mío, casi todos me reían la gracia, ayer la risa tenía algo de mueca, aunque en realidad no creo que a ellos les preocupen estas diferencias porque han colaborado, siempre, en marcarlas, al menos en el lenguaje y así, un mismo contenido tiene distinto adjetivo según de quien se trate: mientras él es enérgico, ella es agobiante; él es inflexible pero ella resulta castradora; él se siente perfeccionista pero ella es sencillamente insoportable; él es firme y ella agresiva, él es un estratega y ella sólo una manipuladora, él muestra capacidad de mando, ella quiere controlarlo todo, él es perseverante, ella está obsesionada. Si él actúa, produce y dirige se llama superdotado, pero de ella se dice que es vanidosa y egocéntrica. Al hombre le gusta sentirse muy macho, pero ella es una perra. Esto ya lo teníamos asumido porque también añaden que somos encantadoras, sacrificadas y tiernas.

No obstante esta evidente evolución que defiendo, pienso que aún tardaremos mucho en diferenciarnos completamente, como supongo que los hombres tardarían en despegarse de los monos; imagino que el mono también hizo mucho la pascua al hombre y mientras le decía "hombre tu vales mucho", este iría cavando bajo sus pies y así estarían eternidades. Lo que sí parece claro es que llegará un momento en que la especie se parecerá mas a la mujer (ya somos femeninamente masculinas), con sus virtudes, tópicos para algunos, y defectos. Empezando con que la naturaleza ya nos preparó para la creación, para dar vida, entre otras lindezas tenemos otra forma de conocimiento ampliando el común del hombre con la intuición; tenemos potencias más refinadas: la sensibilidad, la ternura, la compasión, la generosidad, la gracia natural; hemos pulido instintos, inseguridades y hemos perdido pelos, brutalidad, cinismo, egoísmo y capacidad para la guerra, incluso con la ayuda de la técnica, podemos tener hijos sin conocer varón. Esto ya es mucho para distanciarnos. Mucho más de lo que separa a los sexos en los animales.

He de reconocer, por si acaso, que puede haber hombres que hayan dado el salto y estén a este lado, y mujeres en el otro. Excepciones siempre las hay, y algunas mujeres prefieren tener parientes entre las monas, algunas entre las lobas, con perdón.

A pesar de todo lo dicho yo no estoy nada preocupada, aun somos muy parecidos y me parece estupenda esta situación que me permite admirarles algunas veces, criticarles otras y, al fin, caer fascinada en sus brazos cuando me apetece. Tenerles de compañeros de viaje me parece más atractivo que una excursión a tiempo completo con la sección femenina, porque la verdad es que los chicos nos gustan mucho.
Pero, aunque hayamos pasado a "una nueva era", nosotras debemos seguir en la de siempre: nuestras cosas y nuestro trabajo y aunque no seamos iguales podemos arrimar el hombro, trabajar codo con codo, inteligencia con inteligencia, corazón con corazón. Si en algún momento queremos tasas de poder en eso que llaman “cosas de hombres" nos ponemos de acuerdo y aprovechando que, con o sin horquillas, en nuestro país somos un millón más de mujeres votantes, en las elecciones venideras vamos, y ya que estamos "detrás de cada gran hombre" los colocamos adecuadamente, les damos un empujoncito y los lanzamos tan ricamente al vacío, como han venido haciendo ellos con frecuencia.

Por lo demás cada uno a lo suyo, ellos a seguir evolucionando y mientras el cambio cambia, hagámonos las tontas o hagamos la que cada una quiera: el doctorado o la manicura, arte, ciencia, cocina, investigación o brujería y la que le guste hasta de "su segura servidora", oficio que no está mal del todo. Que cada una acierte a se equivoque, sola a en compañía, pero en libertad, porque la vida nos necesita.
Por ultimo un detalle: aunque seamos otra especie o sean innecesarias las confrontaciones, hay que trabajar sin espejismos y vigilar para que la oportunidad nos pille con la lámpara encendida, ya que a veces nos encontró echando la siesta del carnero; si no, aunque ya seamos mujeres, y el cerebro evolucionado, estaremos siempre opositando a monaguillos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta esta entrada. Me gusta esa otra especie humana a la que llaman mujer. Yo nací de una. Quiero a la mujer como compañera, como profa, como colega, como abogada, como médica, como rival... y como hembra. Quiero las diferencias, no las desigualdades. Los valores más esenciales me los ha dado de mamar mi madre. Reconozco su dificultad para ser una buena profesional, una buena compañera sentimental, una buena madre, una buena... la sociedad no le pide a un hombre que sea bueno en tantas cosas. ¿Es injusta la sociedad?