Involucionismo digital, la vergüenza de la democracia o el gobierno de Los Otros Por
Enrique Dans
Escrito a las 4:27 pm
Hoy se ha producido uno de los más lamentables espectáculos de la historia de la democracia española: un gobierno que produce auténtica vergüenza, aprovechando la tramitación de un anteproyecto de ley denominada “de economía sostenible”, ha colado de rondón en ella una serie de medidas completamente injustificadas en las que consagra un auténtico golpe de estado digital: la posibilidad de cerrar páginas y expulsar a usuarios de Internet con la excusa de los derechos de autor. Un movimiento que pone los pelos de punta y los derechos de autor completamente por encima de los derechos fundamentales de los individuos, que permite cerrar cualquier página alegando una violación de los derechos de autor. El copyright como mordaza a la libertad de expresión. ¿No me gusta tu blog? ¿Tu página? ¿Tu empresa? Te denuncio por cualquier tipo de infracción en materia de derechos de autor.
Lo peor es la enorme tomadura de pelo y la ofensa a la democracia que esto supone: en el texto que el gobierno publicó después de la rueda de prensa del consejo de ministros con los puntos principales no se comentaba NADA sobre el tema de la propiedad Intelectual, ni en la página, ni en el pdf. Ha sido anoche, cuando el gobierno envió a las redacciones de los medios un pdf con todas las medidas, cuando algunos periodistas como Ramón Muñoz han visto y comentado las medidas: ese infausto “quinto punto” que autoriza a los “organos competentes” a cerrar una página web, establecido como “la salvaguarda de los derechos de propiedad intelectual” ha aparecido “misteriosamente”, completamente “de tapadillo”, dejando claro cuál es el nivel de respeto de este gobierno hacia sus ciudadanos.
No es el gobierno del pueblo, es el gobierno de la SGAE, de EGEDA y de La Coalición, que pueden llegar, meter su pluma en una ley que ya ha pasado por el Consejo de Ministros, y poner en ella lo que les venga en gana, aunque esté completamente en contra de los intereses y los deseos de la ciudadanía y sea simplemente un torpe intento – el enésimo – de proteger los negocios de unos pocos, de ir en contra del progreso alegando las mismas estupideces patéticas de siempre: que “en cinco años no habrá canciones ni música“… que no me hagan reír: en cinco años habrá más y mejor música, porque ya van más de cinco años que esto existe, y los únicos que están en crisis son los parásitos de la música. Desde que esto empezó, hay más y mejor música. Los artistas, mira tú por dónde, ganan más. Pero no nos engañemos: esto no tiene nada que ver con las descargas de música, ni con el P2P: esto es un intento por controlar la información, por poder silenciar las opiniones que no nos interese oír, por callar a las voces discordantes. No hace falta ni ir al juzgado: el ministerio de Cultura se ha puesto todas las competencias, como obligar a los prestadores de servicio a revelar las direcciones IP de sus usuarios: Olcese, Guisasola o Bautista, consagrados como “órgano competente”, por obra y gracia de un punto colado de rondón. Impresionante.
Este no es mi gobierno. Esto no es una democracia. Si este país tuviese lo que hay que tener, el sinvergüenza que ha permitido la aparición misteriosa de este “quinto punto”, que ha llevado a cabo este atropello a la democracia, tendría que estar dimitiendo mañana mismo. Esto es equiparable a un auténtico golpe de estado digital, es uno de los episodios más impresentables y alucinantes que hemos podido ver como nación supuestamente en democracia: las leyes no las tramitan los ministros ni el Parlamento, las tramitan los talibanes de los derechos de autor, y hacen con ellas lo que les da la gana sin encomendarse a dios ni al diablo. Se publican, y a correr: lo que opinen los ciudadanos, da exactamente igual.
Es el gobierno de Los Otros: están muertos, pero no lo saben.
3 comentarios:
Franco estaría muerto de envidia
Los derechos y los deberes en esta España de charanga y pandereta, son cosas muy relativas, muy volubles…Hace unos pocos años todos estábamos en contra de enviar tropas a la guerra, porque era el ‘otro’ el que estaba en el gobierno y ahora no son suficientes las que hay, que se van a mandar más. Y todos lo vemos tan normal…, incluso plausible, por acabar con el terrorismo. Echamos al anterior presidente, porque ‘España no merece un gobierno que mienta’ y ¿ahora estamos mejor? Evidentemente, con éste están mejor los que están mejor, pero hay otros muchos que están más jodidos que con Aznar. ¿Cómo era aquello de prometer hasta… y después se olvidó…? Hay muchos cubanos que están muy contentos con su régimen. (Viven de él. Otros se han exilado)
El déspota que llegó a lomos de aquella oscura masacre, de la que nadie se quiere acordar ya, tiene como objetivo acabar con el último resquicio de libertad, que es Internet.
No le basta con imponer por decreto lo que debemos decir, pensar, ver, oir, comer y hacer en la cama. No tiene bastante con lavarle el cerebro a las jóvenes generaciones del botellón y la pastilla con su podrida ideología. No es suficiente para él tener a su servicio un imperio mediático como nunca antes se ha conocido, que deforma la realidad presente y pasada a su capricho. No le basta con oir lo que hablamos y ver lo que hacemos a través de su ilegal sistema de espionaje electrónico. Lo quiere todo, el poder absoluto, controlar las mentes y acabar con cualquier atisbo de crítica, de paso enriqueciendo a sus depravados amigotes.
Puede aparentar que da marcha atrás si le conviene por ahora, pero es sólo una estrategia momentánea. Su proyecto es claro y nada lo va a detener, porque el sistema es suyo: educación, televisiones, justicia... y con una oposición ausente, tan podrida como él, cobarde o cómplice.
La masa carece de conciencia, le basta con sobrevivir, llenar la panza, a ser posible sin dar ni golpe, y satisfacer la entrepierna, mientras se dopa con la telebasura. Pasa de todo lo demás, tanto que no quiere ni enterarse.
Todo el que no obedezca o guarde silencio será machacado o tendrá que exiliarse. Sólo un milagro nos salvará, y no creo en los milagros.
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