10 noviembre, 2007

Energía (I)

¿La energía, un monopolio?


Por
José Enrique Villarino
Economista

En mis años de facultad, hace la friolera de 40 años, se nos decía que había monopolios “naturales” y el ejemplo más representativo que nos ponían los catedráticos eran los servicios públicos tales como el correo postal, el servicio telefónico y el suministro de electricidad, si bien a éste no todos lo incluían en el paquete monopolístico. A nadie se le ocurría poner en cuestión la existencia de monopolios, fuesen de la naturaleza que fuesen. Hoy día, dejando a un lado la prestación de determinados servicios por parte del estado -como la defensa nacional y otras prestaciones de carácter público-colectivo- que no constituyen propiamente actividades económicas –aunque no está la cosa tan clara-, no tienen razón de ser los monopolios en una economía abierta, democrática y cada vez más globalizada. No tienen razón de ser y es más, son nocivos para la transparencia y la eficiencia económicas, además de fuente de corrupción y desmanes del poder que los detenta.

Pues bien, leo en la prensa económica de esta semana que 7 de las 10 primeras empresas del ranking de capitalización bursátil, son empresas energéticas y mayoritariamente de hidrocarburos y otros combustibles fósiles. A la cabeza de ellas figura PETROCHINA, el gigante asiático cuya capitalización asciende a más de 960.000 millones de dólares, seguida de Exxon (USA), General. Electric (USA), Gazprom (RUSIA), China Petroleum (CHINA), Royal Dutch Shell (R. Unido y Paises Bajos) y B.P. (R. Unido). Son la excepción a la energía, China Mobile, Bank of China y Microsoft (USA). Aún y así son de capital chino 4 de 10. Más que “made in USA” que son tres.

Si bien no quiero confundir tamaño con monopolio –no por ser un gigante se es un monopolio, aunque si el gigante es el único gigante, entonces sí- es cierto que ser grande tiene muchas ventajas para quien lo es: logísticas, de escala, de autonomía y, entre otras más, la del poder que se tiene sobre el mercado. Aunque nos empeñemos en que las empresas energéticas no constituyen monopolio porque hay bastantes y de todos los tamaños, sus conductas se parecen muchísimo a la de los monopolios y mandan sobre estados y gobiernos en muchos casos. Una situación no es monopolística porque sólo haya un oferente sino también por los hábitos y poder que detentan unos pocos oferentes en sus respectivos mercados. El mercado de la energía, está repartido continentalmente, y ya ni eso, es oligopolístico, organizado en trusts y lobbies y, lo que a mi juicio es peor, concentrado en la producción y en la distribución. El consumidor depende siempre de uno, aunque tenga alguna –poca- capacidad de elección de ese uno. El sector energético es dictatorial y está poco democratizado. Y ello es aplicable a cualquiera de sus modalidades: hidrocarburos, gas, eléctricidad, .... , sólo una de ellas es susceptible de proveer a los consumidores -además de energía-, de autonomía, libertad de consumo y, por tanto, mayor libertad cívica y personal. La solución, muy pronto.


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