Fernando González Bernáldez
Por
José Enrique Villarino Valdivielso
Economista
El pasado día 14 de diciembre, hace algo más de dos meses, se celebró en la Universidad Autónoma de Madrid la sesión académica en memoria del 14º aniversario del fallecimiento del Dr Fernando Gónzalez Bernáldez, de la que era catedrático de Ecología, el segundo en España después del profesor Margalef de Barcelona.
La lectio memoriae, que todos los años convoca la fundación que lleva su nombre, corrió a cargo de Ramón Tamames, catedrático de la Juan Monet de la UE, presentado por mi colega, compañero y, sin embargo amigo, Carlos Berzosa, rector de la Complutense de Madrid.
Con Fernando Gónzalez Bernáldez tuve la afortundadísima ocasión de trabajar allá por los iniciosde los años 70, casi recién acabados mis estudios de economía, en uno de los primeros estudios de impacto ambiental que se hicieron en España. Se trataba del corredor del Henares para la COPLACO -Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid, filón de rojería de esos años- dentro de los estudios de planificación urbana que hacía el Ministerio de la Vivienda de entonces, bajo la cartera del ministro franquista Mortes, planificación que nunca se llegó a sustanciar en nada.
A su sólida formación técnica, de la que entonces la ecología era poco menos que una ciencia oculta, mientras que, sin embargo, ya despuntaban los primeros ecologistas y los primeros movimientos de protesta medioambiental, hay que añadir su sólida formación y talante, este sí, humanista. Daba igual que fueses un principiante advenedizo a esas lides, que, siempre, siempre, tenía un enorme respeto por tu ingénua pregunta, por tu opinión, por tu inquietud. Llano y sencillo. Siempre, también, abordable. Siempre de igual a igual, aunque su talla profesional y humana fuese 20 veces la tuya.
De él he aprendido que la economía ha de tener una dimensión esencial ecológica. Que lo que me explicaron en la facultad como bienes de demanda inelástica, el aire que respiramos, el agua, etc son bienes de demanda muy elástica, bienes económicos, escasos, muy escasos. Del respeto a la naturaleza, a lo vivo, que en aquellos años de desaforado desarrollismo, cotizaban a la baja. No se si más o menos que hoy, aunque más bien creo lo segundo, porque lo que hoy cotiza es el ladrillo, el ladrillazo.
Admirador y usuario diario del tren para ir a sus clases he coincidido con él varias veces en las Cercanías de Madrid. Poco tiempo, ya que fallecido en 1992 mi línea -Tres Cantos y la Autónoma- fue inaugurada en otoño de 1991.
Fernando Gónzalez ha dejado una escuela de discípulos y seguidores, más de estos últimos ya que era un hombre popular, alejado del hieratismo académico, que continúan su trayectoria y andadura. Con Francisco, Paco Díaz Pineda, también hoy catedrático de Ecología de la Complutense he tenido la satisfacción de trabajar en la empresa pública en la década de los 70. Otros muchos le han proseguido en Sevilla, de donde provenía, Madrid y otras muchas universidades.
Esta tarde de domingo, marcada por la desesperanza que nos embarga por la pesadilla del cambio climático, he rememorado de pronto su figura y me ha invadido su medido y racional optimismo, como contrapunto a tantos aciagos presagios. Fernando González, que ya prevía la que se avecinaba, creía en el hombre, en nuestra capacidad para evitar nuestra autoinmolación y la del planeta entero.
Aquí os dejo estos recuerdos, entrañables para mi y la dirección en la red de su legado.
Gracias.
La lectio memoriae, que todos los años convoca la fundación que lleva su nombre, corrió a cargo de Ramón Tamames, catedrático de la Juan Monet de la UE, presentado por mi colega, compañero y, sin embargo amigo, Carlos Berzosa, rector de la Complutense de Madrid.
Con Fernando Gónzalez Bernáldez tuve la afortundadísima ocasión de trabajar allá por los iniciosde los años 70, casi recién acabados mis estudios de economía, en uno de los primeros estudios de impacto ambiental que se hicieron en España. Se trataba del corredor del Henares para la COPLACO -Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid, filón de rojería de esos años- dentro de los estudios de planificación urbana que hacía el Ministerio de la Vivienda de entonces, bajo la cartera del ministro franquista Mortes, planificación que nunca se llegó a sustanciar en nada.
A su sólida formación técnica, de la que entonces la ecología era poco menos que una ciencia oculta, mientras que, sin embargo, ya despuntaban los primeros ecologistas y los primeros movimientos de protesta medioambiental, hay que añadir su sólida formación y talante, este sí, humanista. Daba igual que fueses un principiante advenedizo a esas lides, que, siempre, siempre, tenía un enorme respeto por tu ingénua pregunta, por tu opinión, por tu inquietud. Llano y sencillo. Siempre, también, abordable. Siempre de igual a igual, aunque su talla profesional y humana fuese 20 veces la tuya.
De él he aprendido que la economía ha de tener una dimensión esencial ecológica. Que lo que me explicaron en la facultad como bienes de demanda inelástica, el aire que respiramos, el agua, etc son bienes de demanda muy elástica, bienes económicos, escasos, muy escasos. Del respeto a la naturaleza, a lo vivo, que en aquellos años de desaforado desarrollismo, cotizaban a la baja. No se si más o menos que hoy, aunque más bien creo lo segundo, porque lo que hoy cotiza es el ladrillo, el ladrillazo.
Admirador y usuario diario del tren para ir a sus clases he coincidido con él varias veces en las Cercanías de Madrid. Poco tiempo, ya que fallecido en 1992 mi línea -Tres Cantos y la Autónoma- fue inaugurada en otoño de 1991.
Fernando Gónzalez ha dejado una escuela de discípulos y seguidores, más de estos últimos ya que era un hombre popular, alejado del hieratismo académico, que continúan su trayectoria y andadura. Con Francisco, Paco Díaz Pineda, también hoy catedrático de Ecología de la Complutense he tenido la satisfacción de trabajar en la empresa pública en la década de los 70. Otros muchos le han proseguido en Sevilla, de donde provenía, Madrid y otras muchas universidades.
Esta tarde de domingo, marcada por la desesperanza que nos embarga por la pesadilla del cambio climático, he rememorado de pronto su figura y me ha invadido su medido y racional optimismo, como contrapunto a tantos aciagos presagios. Fernando González, que ya prevía la que se avecinaba, creía en el hombre, en nuestra capacidad para evitar nuestra autoinmolación y la del planeta entero.
Aquí os dejo estos recuerdos, entrañables para mi y la dirección en la red de su legado.
Gracias.
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