Viajar al futuro vs viajar en el futuro
Vienen tiempos de crisis económica. Bueno, ya estamos instalados en ella, digan los aparatos gubernamentales de prensa y propaganda lo que digan. Vienen días, por tanto, de recortar gastos superfluos y no tan superfluos. Entre éstos, los gastos de transporte de los empleados de las empresas suponen una partida nada desdeñable de dinero de la que no es difícil efectuar recortes. Si hay que hacer equis viajes al año, pues se hacen equis menos zeta y no pasa tanto y dicho recorte va directísimamente a la cuenta de pérdidas y ganancias.
Los viajes de empresa todavía no compiten a tumba abierta con otro tipo de transporte que ya se empieza a vislumbrar en un horizonte no muy lejano. Se trata de las distintas modalidades de tele_presencia que, hoy por hoy, casi se reducen a las consabidas videoconferencias. A poco que seamos capaces de viajar al futuro con nuestra imaginación, nos daremos cuenta que, cada vez más, será posible hacernos visibles –hoy ya lo somos- a miles de kms pero no de forma pasiva y limitada sino plenamente activos, sentados en torno a una misma mesa donde también estén sentados otros más, con capacidades todos de establecer diálogos on_line, instantáneos, presentando documentos y datos y estableciendo acuerdos rubricados mediante firmas digitales legalmente válidas. Nuestro amigo E. Dans lo ha recogido en su blog alegando que cada vez es más –perdón por la expresión- coñazo, caro y molesto viajar en avión y nos muestra un vídeo de la empresa CISCO en que podemos observar una conversación en holograma entre dos personas en la cual los asistentes a la misma ven a ambos intervinientes como si tuviesen presencia real. Si no fuese por la carga tétrica y tenebrosa que conlleva el espiritismo del s. XIX, este nuevo sistema tecnológico es capaz de congregar a entes “espirituales” en torno a la misma mesa, con la diferencia en que los espíritus invocados y convocados son los propios asistentes.
Estas nuevas tecnologías inciden directamente en la línea de flotación de una parte muy importante de los viajes de empresa ya que con una inversión muy asumible, permite con costes ridículos solventar los desplazamientos de muchas reuniones de trabajo. Si tenemos en cuenta que los viajes de trabajo suponen como media más de la tercera parte del conjunto de viajes y en determinados modos y trayectos hasta un 60-70% de los mismos, no es difícil establecer un escenario a medio y largo plazo del mercado de los viajes de empresa.
Todo esto viene a cuento de la necesidad de que el excelente panorama que para el modo ferroviario abre la alta velocidad en los países que han apostado firmemente por ella, no nos obnubile de las amenazas que se vislumbran y que para competir en el futuro será necesario avanzar en todas las ventajas comparativas posibles y en hacer cómodos, fáciles, atractivos e incluso interesantes los viajes. En España, hoy por hoy, la tecnología de los trenes funciona, su explotación, también pero lo que más se nos atraganta y causa los mayores líos, es la venta del producto. El viaje no es sólo el tiempo a bordo sino toda la cadena de cosas que tienen que ver con él desde que las personas deciden viajar, incluso antes, hasta que llegan a su destino final. Y en el antes y el después es donde la Operadora ferroviaria se hace un lío. Los viajes del futuro exigen viajar con la mente al futuro para que las nuevas tecnologías de comunicación no arrumben a este nuevo y prometedor modo en pocos años.
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