22 mayo, 2008

Las nuevas oficinas de la DG de Alta Velocidad-Larga Distancia

Diseñar un espacio innovador para el trabajo en común


Por

José Enrique Villarino
Ex_empleado de RENFE Operadora

Las formas son el fondo y el fondo son las formas. Sin petulancia, ¿me ha salido un pensamiento algo taoísta? Miguel Angel, pionero inspirador de aplicar a estas nuevas oficinas criterios de Feng-Shui, seguro me lo ha de aclarar. Esto viene a colación de la remodelación prevista de las oficinas de la Dirección General de los servicios de Alta Velocidad-Larga Distancia de RENFE Operadora. La ocasión es que ni pintada para hacer unas oficinas, es decir, un lugar de trabajo para algunos cientos de personas, innovador, estimulante, relajante, saludable, motivador, alegre, divertido, armónico, sedante, cooperativo, casero, amigable, bello, artístico, barato, gratificante, sano, etc, etc …..

Yo, aunque no podré disfrutarlo, apuesto porque este nuevo edificio, que sólo ha de conservar su cáscara, cumpla los dictados de la muy beneficiosa filosofía Feng-Shui, pero también algo más. Por ejemplo, que tenga algún espacio destinado al pensamiento, a pensar. Al igual que en nuestras casas hay una pieza dedicada a estar, otras a dormir, otra a cocinar, otras a las abluciones, etc … pues que haya alguna destinada a pensar. ¿El idearium? Otro tipo de salas pueden ser aquellas destinadas a debatir lo pensado, foros de democracia para contrastar las ideas, a ser el paritorio de las nuevas ideas. Donde ya se entre sabiendo cuál es su principal funcionalidad, su razón de ser. No confundir éstas con nuestras tradicionales –bastante infructuosas, por cierto- salas de reuniones. No se trata de estar juntos sino de pensar juntos, de discrepar juntos, de crear ideas juntos. Si creamos las formas y las especializamos –la sala y su nombre- estamos ayudando al fondo, a la función, a la funcionalidad. No basta tampoco con tirar tabiques y hacer espacios diáfanos, en ocasiones es contraproducente y hasta poco recomendable si no se articulan nuevas filosofías de hacer y estar.

Debe haber otras salas destinadas al relajo –relax (¿)- a donde acudir cuando uno está tupido porque las cosas ese día no se le dan todo lo bien que debieran. Allí encontrará compañía de otros colegas que padecen del mismo mal. Sólo saber que hay uno, dos, … equis más compañeros ya descarga una buena dosis de la tensión negativa con la que uno entró. Una fácil y sencilla terapia colectiva. Las personas no nos relajamos en la mesa de trabajo, a lo más, se pueden estirar las piernas. Hay que cambiar de escenario. Otra sala ha de ser la del refectorio, donde tomar un refrigerio en común con otros. No es bueno llevarnos el café –a algunos se lo llevan- a la mesa. Ni sabe a café ni a nada. Se digiere mal. El refectorio es el lugar de recargar energías y de cambiar impresiones livianas, agradables. Es necesario.

En más de una y dos ocasiones he tenido la oportunidad de convivir con los monjes algunos días en un monasterio y creo que a lo que quiero referirme se ajusta bastante bien al estilo de vida de estos cenobios. No es baladí que se junten los monjes varias veces al día –hasta siete- para hacer algo en común. Así refuerzan con su presencia la convicción de que todos están en un mismo proyecto, común –la salvación de sus y nuestras almas- y empujar mentalmente en esa dirección. Luego, cada cual a su oficio, es decir, a su vocatio –huerto, escritura, estudio, cocina, etc- Se alimentan juntos en el refectorio y escuchan lecturas. Piensan y meditan, juntos o no, en la iglesia, acrecientan su fe. Debaten y toman decisiones en la sala capitular. Estudian y producen en el scriptorium. Estiran las piernas en el claustro y se solazan –la vacatio- en la naturaleza del huerto, que al tiempo les nutre de viandas. Bajo estas sencillas reglas de vida fueron los monasterios centros de conocimiento e innovación en la Edad Madia. Pese a su apariencia de centros de oscurantismo, cerrados en sí mismos, irradiaron cultura –no entro en si buena, mala o regular- y ciencia. Fueron los antecedentes de los collegii , de los studii generali, de las universidades. Pero cultivaban los campos, editaban libros, creaban obras de arte. Eran también empresarios.

Una empresa además de hacer y vender cosas –viajes de ferrocarril en este caso, si bien todavía están por descubrir y vender otras tareas de valor añadido- debe investigar e innovar y hacer que su trabajo sea eficaz, eficiente y agradable, en especial para sus trabajadores.

No se me olvida que también debe haber la hospedería, lugar donde se acoge a los de fuera –en este caso a los clientes-. Es bueno que éstos frecuenten las oficinas –donde cada empleado desarrolla su oficio, sus habilidades- para saber lo que piensan. Para escuchar sus cuitas, para aprender de ellos y que ellos nos comprendan. No es fútil que los clientes compartan con la empresa –el monasterio- y los empleados –los monjes- algunos minutos de su vida. ¿Por qué no compartir con ellos la scriptorium, la sala capitular, el refectorium, el claustro …? ¿Por qué no pensar y debatir con ellos? ¿Por qué no sentar a la mesa a algunos clientes? Unos y otros saldrían ganando.

El modelo actual de la mayoría de las oficinas prescinde de todo lo dicho, hace caso omiso de estos espacios que nos fuerzan y disciplinan en la función. Pocas veces se convida a las mismas a los clientes, es endógeno, falsamente autosuficiente y bastante autista. Trabajo en los despachos y, de vez en cuando, acudir al locutorium –la sala de reuniones, donde cada cual va a escucharse a si mismo-. Las formas y el fondo son dos percepciones de lo mismo. Que no se desperdicie tan espléndida ocasión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sobre nuestras oficinas y su ubicación, cambiad las calles y convertirlas en ríos, los altos edificios en montañas, lo que tenemos detrás y delante. Para empezar utilicemos la lógica.

Nuestras puertas de entrada al edificio son diminutas para que la energía "chi" entre en ella, mal asunto. En la parte de delante corre una calle/río que se escapa cuesta abajo sin tiempo de alimentarnos. Detrás tenemos un cortado y la sensación del edificio es de estar al borde de caer al abismo, acosados por estar entre otro gran río, nuestras vías. Estamos entre dos grandes flujos que se nos escapan cuesta abajo. Qué sensación tendríais si vuestra casa estuviera en una isla en mitad de dos brazos de un río muy caudaloso. Evidencia: la energía no nos llega, los empleados están totalmente desmotivados; la gran afluencia que nos rodea se nos escapa de las manos, los presupuestos son engullidos por la empresa sin ver el éxito en los números. Tal vez sean especulaciones, coincidencias tal vez. Pero ¿y si intentamos escuchar a la sabiduría milenaria del feng shui?, la sabiduría seria, no la propuesta por los meros mercachifles de corrientes orientales orientados a vender bolas, plantas elefantes o lo que sea.

Predicción: viendo la maqueta de la futura estación de Atocha sobre la playa de vías tras la avenida Ciudad de Barcelona con el traslado de presidencia al 4, quedará un techado sobre las vías que amenazará los edificios; observad la forma de hacha tumbada que siega los edificios. Los presidentes y directores generales, y tal vez la empresa no durarán nada de tiempo. Aunque alguien viendo la gestíón que se hace podría decir lo mismo. Pero como dice FTF, las formas son el fondo y el fondo son las formas, la realidad es completa, holística, es nuestra mente racional la que necesita etiquetar, analizar y separar para conocer. Pero y el otro hemisferio de nuestro cerebro y la otra forma de conocer. Sólo espero que esto haga reflexionar.
El que se ha acercado un poco al
Feng Shui sabe que tiene mucho de análisis matemático; al feng shui le debemos el invento de la brújula, el "luo pan" chino.
Existe una experiencia similar a lo que nos va a ocurrir con nuestra estación, ocurre en el Museo de Zúrich desde que le construyeron un voladizo de la nueva estación enfrente. Sres Directores y Presidente de Renfe, pregunten a los directores del museo destituidos.