Por
José Enrique Villarino Valdivielso
Magnífico el artículo “El reñidero español: el castellano es la lengua oficial del Estado” de Joaquín Leguina en la edición de hoy de EL MUNDO, en defensa del castellano como lengua oficial, ante los ataques de los nacionalismos que pretenden reeditar, en versión inversa, la prostración, en este caso de la lengua española, al estilo de lo acontecido en los ya lejanos años de la época franquista con el catalán, el vasco y el gallego. Maldita manía de repetir siempre lo perverso. El artículo no tiene desperdicio desde la A a la Z y, viniendo de quien viene, de un ya histórico del socialismo, todavía más. La línea argumental es sencillamente impecable y, en definitiva, no se trata de otra cosa que del deber y la obligación que tienen los poderes públicos –que no son otros que el gobierno en las personas de sus miembros, el Parlamento y todos sus miembros, el Senado y todos sus miembros, el Consejo de Estado y todos sus miembros, el Consejo General del Poder Judicial y todos sus miembros, el Tribunal Supremo y todos sus miembros, el Tribunal Constitucional y todos sus miembros, los jueces y magistrados, etc,etc y en general todo aquel cargo político o funcionario público que haya prometido o jurado “cumplir y hacer cumplir la ley”- de cumplir con lo expresado al inicio de su mandato o carrera. ¿Dónde están todos ellos? ¿Es que el cumplimiento de la ley es exigible en unos casos y en otros no? Unos por otros, todos mirando hacia otro lado, no se amparan derechos explicitados en la Constitución, de personas y situaciones concretas. Todo el mundo –léase la clase política y servidora del Estado- está escondida debajo de la mesa, templando gaitas a los independentistas. Esta segunda etapa socialista se caracteriza, entre otras cosas, por tener una visión –que luego se lleva a la práctica- acomodaticia de la ley y donde ahora digo digo –de no aplicarla-, más tarde digo diego, de sí aplicarla. La función pública, señores, es algo mucho más serio que todo eso. Y tratándose de las lenguas, mucho más. En este caso, ahora, le ha tocado la china al castellano, al español. Creo bueno el bilinguismo -ojalá el trilinguismo en nuestros jovenes, al menos-,llevado a efecto de manera real y libre, conviviendo en armonía con las lenguas vernáculas allí donde existan. Potenciar éstas no se logra prohibiendo y denostando la común sino con acciones inteligentes y coordinadas entre ambas. El habla, las lenguas, como el campo, no admiten puertas ni barreras. Son la expresión más auténtica , libre y veraz de los pueblos y cuántas más, más auténticos, libres y veraces seremos.
Don Joaquín, por cauces de olvidada sensatez.......
ResponderEliminar