Y muy traídas al pelo, las más de las veces, en los comentarios de los lectores de este post del BLOG SALMON de Economía y Finanzas que pone de manifiesto nuestra general incultura económica, en ésta y en otras disciplinas. Discutibles también algunas afirmaciones del autor del artículo que afirma, por ejemplo, que buena parte del camino de la privatización del ferrocarril de viajeros está ya recorrido, como consecuencia de la separación en 2005 de la gestión de la infraestructura y las operaciones. Por el contrario, FTF opina que queda todavía mucho trecho por recorrer ya que, como otras cosas de esta vida -léase la nueva ley de economía, bautizada como "sostenible"- no se alcanzan a golpe de decreto-ley en el Boletín Oficial del Estado.
No es bueno privatizar sólo para hacer caja, sobre todo en épocas de vacas flacas, ya que el riesgo de mal vender estará casi asegurado. Tampoco es bueno venderlo todo, o vender todo lo bueno. Ni vender de golpe. Ni perder el control de lo esencial. Las privatizaciones deben servir para airear el ambiente enrarecido que producen los monopolios, para que los agentes involucrados sean más eficientes, para que esa eficiencia sea trasladada a los usuarios y a los ciudadanos ya que si no las privatizaciones no servirían de nada; para que, en definitiva, los servicios le cuesten menos a los contribuyentes. La competencia, que rompe los baluartes de los monopolios mediante las privatizaciones, es al mundo económico lo que la igualdad de oportunidades es a la educación y la democracia en la vida pública. Solemos asociar privatizar a desparrame capitalista. Puede que en ocasiones sea así, pero no tiene porque serlo. Hacer bien un proceso de privatización no es fácil, pero no imposible. El ejemplo negativo del RU no tiene por qué ser el paradigma de las privatizaciones ferroviarias, ni que el estado sea siempre el pagano. Cuando algo pasa de manos públicas a manos privadas, trenes, comunicaciones, energía, etc, el estado debe recibir un precio justo por lo que vende y un retorno intangible, pero cuantificable en dinero, de la mayor eficiencia del sistema y su repercusión positiva en la utilidad de los ciudadanos. Nos guste, o no, el transporte está perdiendo, cada vez más, su apellido de estratégico, al menos el transporte de viajeros ya que otras tecnologías que asoman en el horizonte, son capaces de sustituir la necesidad de, al menos, determinados tipos de desplazamientos. Parece que nos hemos desviado de lo que veníamos hablando y esto último es ya harina de otro costal. Otro día le dedicaremos unas líneas.
En nuestro caso, los lectores que contestaron a la encuesta "10 PROPUESTAS PARA RENFE OPERADORA" priorizaron en el puesto nº 14, de 23 opciones posibles, "la necesidad de orientar la estrategia de negocio hacia la liberalización y privatización de los servicios de viajeros". Claramente, esta tarea no figura entre las cosas que nuestros lectores creen que sea necesario acometer inmediatamente. ¿Quizá porque antes hay que orientar otras muchas cosas? Creemos que nuestros lectores han contestado a la pregunta final del post de J. Navarro con suficiente claridad. Otra cosa es lo que piensan algunos miembros de FTF: que la liberalización y/o privatización de los servicios de ámbito nacional, cuando llegue, no nos pille como el dicho "y yo con estos pelos", como pensamos que nos ha pillado ya la internacionalización de mercancías y viajeros.
No es bueno privatizar sólo para hacer caja, sobre todo en épocas de vacas flacas, ya que el riesgo de mal vender estará casi asegurado. Tampoco es bueno venderlo todo, o vender todo lo bueno. Ni vender de golpe. Ni perder el control de lo esencial. Las privatizaciones deben servir para airear el ambiente enrarecido que producen los monopolios, para que los agentes involucrados sean más eficientes, para que esa eficiencia sea trasladada a los usuarios y a los ciudadanos ya que si no las privatizaciones no servirían de nada; para que, en definitiva, los servicios le cuesten menos a los contribuyentes. La competencia, que rompe los baluartes de los monopolios mediante las privatizaciones, es al mundo económico lo que la igualdad de oportunidades es a la educación y la democracia en la vida pública. Solemos asociar privatizar a desparrame capitalista. Puede que en ocasiones sea así, pero no tiene porque serlo. Hacer bien un proceso de privatización no es fácil, pero no imposible. El ejemplo negativo del RU no tiene por qué ser el paradigma de las privatizaciones ferroviarias, ni que el estado sea siempre el pagano. Cuando algo pasa de manos públicas a manos privadas, trenes, comunicaciones, energía, etc, el estado debe recibir un precio justo por lo que vende y un retorno intangible, pero cuantificable en dinero, de la mayor eficiencia del sistema y su repercusión positiva en la utilidad de los ciudadanos. Nos guste, o no, el transporte está perdiendo, cada vez más, su apellido de estratégico, al menos el transporte de viajeros ya que otras tecnologías que asoman en el horizonte, son capaces de sustituir la necesidad de, al menos, determinados tipos de desplazamientos. Parece que nos hemos desviado de lo que veníamos hablando y esto último es ya harina de otro costal. Otro día le dedicaremos unas líneas.
En nuestro caso, los lectores que contestaron a la encuesta "10 PROPUESTAS PARA RENFE OPERADORA" priorizaron en el puesto nº 14, de 23 opciones posibles, "la necesidad de orientar la estrategia de negocio hacia la liberalización y privatización de los servicios de viajeros". Claramente, esta tarea no figura entre las cosas que nuestros lectores creen que sea necesario acometer inmediatamente. ¿Quizá porque antes hay que orientar otras muchas cosas? Creemos que nuestros lectores han contestado a la pregunta final del post de J. Navarro con suficiente claridad. Otra cosa es lo que piensan algunos miembros de FTF: que la liberalización y/o privatización de los servicios de ámbito nacional, cuando llegue, no nos pille como el dicho "y yo con estos pelos", como pensamos que nos ha pillado ya la internacionalización de mercancías y viajeros.