19 noviembre, 2007

Ante la apertura en precario de la línea 2 de Cercanías de Barcelona

Otro error, otro inmenso error

 

La pasada semana nos desayunabamos con un nuevo despropósito en lo que se refiere al "annus horribilis" del ferrocarril en Barcelona. Se trataba del anuncio de apertura el sábado día 17 de parte del servicio de la línea 2 Sur, previéndose prestarlo explotando algunos trenes mediante la circulación en vía única entre las estaciones de Bellvitge y Sants. Como dijo alguien hace ya bastantes años, al inicio de nuestra transición política, ¡ qué error, que inmenso error! Peor, imposible. Resulta que cuando ya se había tomado una decisión y poco a poco se iban ajustando los pernios que toda nueva situación conlleva e iban asentándose los hábitos de los viajeros a la nueva configuración, pues, innecesariamente, vamos y les volvemos a cambiar el paso. In-ne-ce-sa-ria-men-te. Así, como suena.

 

No hace falta ser un estratega ni un fino psicólogo para saber que, tomada una decisión, reconocida y explicadas a la ciudadanía barcelonesa sus bondades, como mal menor de otras situaciones, no es bueno dar marcha atrás, ni caminar dos pasos para adelante y tres para atrás. Es además, meterse –innecesariamente repetimos- en la boca del lobo y tentar a la suerte, teniendo muchas papeletas para crear nuevas incidencias, -otra vez, innecesarias-. En este caso no cabría culpar de ellas a nadie –ni geología, ni constructora, ni meteorología, ni mala suerte, ni nada- solamente a quien o quienes han decidido revocar una decisión, anticipando, en precario y sin garantías, la apertura de la línea, de mala forma. La palabra no es otra.

 

Cualquier ferroviario, a poca experiencia que tenga en explotar trenes, sabe lo que es la explotación de una línea en vía única –quiere decir para profanos que de las dos vías, una de ida y otra de vuelta, sólo se pone servicio una de ellas, de tal forma que para que pase un tren hay que detener previamente al que circula en sentido contrario ya que de lo contrario éstos colisionarían frontalmente- y las consecuencias que ello conlleva. Entre otras muchas, dos, fundamentales, de ejemplo: el tiempo de viaje se ve incrementado al reducirse significativamente la velocidad comercial de los trenes. De igual forma se ve reducida la frecuencia de trenes por la disminución de la capacidad de las instalaciones. Estas dos cuestiones son la base del contrato que cualquier transportista establece con sus clientes: Tiempo de viaje y nº de servicios. Pues ambas se ven afectadas directamente por esta medida, por lo cual se restablece un servicio en precario, limitado y vulnerable; muy vulnerable.

 

No es muy aventurado prever que se van a producir retrasos a poco que la malla de trenes sufra alguna incidencia, y que estas incidencias, al estar la infraestructura limitada, van a tener unos efectos amplificados sobre la zona de la red afectada y otras zonas aguas arriba o abajo, que los trenes, al ser menor su número, van a tener aglomeraciones y sobrecargas de viajeros y, finalmente, que la explotación se convierte en vulnerable, frágil ante cualquier evento que, en circunstancias normales, habría podido subsanarse fácilmente. Esta medida parece querer reparar incumplimientos pasados y lo que a buen seguro va hacer es agravar más una situación, ya de por sí grave y complicada. Una vez más los políticos han pasado por encima de lo que –queremos pensar- les deberían aconsejar los técnicos, que no es otra cosa, en este caso, que es peor el remedio que la enfermedad. Una vez más, nos gustaría equivocarnos, pero va a ser que no. end

No hay comentarios: